domingo, 31 de agosto de 2008

ESCALERA AL INFRAMUNDO



La primera imagen es el arranque de la escalera desde el Templo de las Inscripciones. Esta es la primera escalinata con la que se toparon los trabajadores luego de retirar la pesada losa que tapaba la entrada.
La segunda imagen es la del descanso que está entre la escalera que baja del templo y la que nos conduce a la tumba de Pacal.
La tercera imagen es el segundo tramo de la escalera. Allí vemos el piso que está bajo toneladas de piedra en el núcleo de la pirámide y se halla al nivel de la plaza.
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Las tres fotografías son de Juan Carlos Rangel

INFORME RUZ. PRIMERA PARTE



San Cristóbal de las Casas, Chiapas, 12 de abril de 1994.
De: Moisés Morales y Juan Carlos Rangel,
Para: Arnoldo González

En la Introducción de su informe Ruz Lhuillier señala que “desde 1949 hasta 1958... estuvo comisionado por la Dirección de Monumentos Prehispánicos del INAH para dirigir los trabajos arqueológicos en Palenque”.(1) Durante esa década realizó once temporadas de exploraciones con la valiosa colaboración de una treintena de arqueólogos, antropólogos físicos, artistas y estudiantes de la Escuela de Antropología e Historia y de la Escuela Nacional de Arquitectura.
A mediados de abril de 1949, Ruz Lhuillier decidió explorar personalmente la pirámide y el Templo de las Inscripciones o de las “Leyes”, uno de los edificios más imponentes de Palenque por sus dimensiones y por su ubicación. Se destaca en forma espectacular sobre el fondo de la selva, incrustado en un cerro, con los ocho cuerpos escalonados de su pirámide y su estrecha escalinata de 60 peldaños, en tres tramos, que conduce a la plataforma superior, a más de veinte metros sobre el nivel de la plaza.
Debe su nombre a la existencia de grandes tableros esculpidos que contienen una de las más largas inscripciones jeroglíficas de los mayas (620 jeroglíficos repartidos en tres tableros) en la que se descifraron numerosas fechas durante un período de doscientos años. La voz popular transformó en "Leyes" el contenido de esa inscripción.

La clave está en la observación

Luego de ordenar la limpieza escrupulosa del piso del templo, Ruz observó que a diferencia de los demás templos de Palenque, cuyo piso era un aplanado, el cuarto central tenía un piso de bloques rectangulares de piedra caliza, uno de los cuales tenía una docena de orificios con tapones de piedra. Se fijó también que la lápida perforada no marcaba el final inferior de los muros, sino que continuaban más abajo de la losa.
Ya el arqueólogo danés Franz Blom, quien recibió el primer encargo oficial del Gobierno mexicano para levantar un estudio sobre Palenque, de diciembre de 1922 a marzo de 1923, había visto dicha losa:

Templo de las Inscripciones —escribe— ha sido descrito repetidas veces en gran detalle... En sus paredes hay tres grandes tableros conteniendo filas de jeroglíficos. Durante la visita de un inspector del Gobierno Mexicano, estos tableros fueron limpiados con un ácido, con el resultado fatal de que las inscripciones se están ahora descascarando. En el cuarto posterior de este templo, el piso está hecho de grandes lápidas, de las cuales una tiene dos filas de agujeros perforados que solían tapar con tapones. No puedo imaginarme para qué servirían estos agujeros. (2)

“No puedo imaginarme para qué servirían estos agujeros”, dice Blom, y esa falta de imaginación y de curiosidad le impidió haber ganado para sí la gloria de uno de los descubrimientos arqueológicos de mayor trascendencia en este siglo. Cierto, Blom estuvo tres meses en Palenque y sólo tuvo tiempo de reconocer algunos conjuntos de edificios que se encontraban bajo la vegetación. Lo increíble es que ni siquiera haya hecho el intento de escarbar en los orificios. Ni modo.
Ruz ordenó remover la pesada losa. Luego hizo que se excavara el aplanado de tierra, y a poca profundidad los peones se toparon con una piedra que servía de cierre a una bóveda, y más abajo con un peldaño, luego otro, y otros más: “habíamos descubierto —exclama Ruz emocionado— una escalera interior cuya tapa era precisamente la lápida perforada que parte del piso”. (3)

Una escalera al Inframundo

¡Había encontrado una escalera con sus muros y bóveda perfectamente conservados!, pero totalmente rellena con toneladas de gruesas piedras y tierra, cuya obstrucción había sido hecha de manera deliberada. Nunca antes en la arqueología de este continente alguien se había encontrado con una construcción parecida. La única comparación que podía establecerse era ciertamente con las pirámides-tumbas del antiguo Egipto. Durante dos años, en cuatro temporadas a razón de dos meses y medio cada una, se llevó a acabo la lenta y difícil tarea para vaciarla.
La escalera baja un primer tramo de cuarenta y cinco escalones para llegar a un descanso. “A ese nivel —explica Ruz— da una primera vuelta en ángulo recto, y a pocos metros después forma otro ángulo recto, al que sigue un segundo tramo de dieciocho escalones que conduce a un corredor cuyo nivel es más o menos el de la plaza, es decir, unos veintidós metros debajo del piso del templo”. (4)
Eric Thompson tuvo la fortuna de descender por aquella escalera con el propio Ruz como guía, antes de que se descubriera la cámara fúnebre. Dice Thompson:

...fue una experiencia que no olvidaré nunca. Allí el pasado parecía cobrar actualidad y se necesitaba muy poca imaginación para retrotraer la escena que me rodeaba y ver a los antepasados de los peones mayas que trabajaban con Ruz cerrando, a piedra y lodo, la citada escalera. Únicamente había que sustituir las luces eléctricas por antorchas de pino, los pantalones por los taparrabo nativos y poner un jefe de obras maya con la cabeza deformada artificialmente en lugar de Ruz. (5)

Al término de la escalera Ruz descubrió una importante ofrenda que consistía en una caja de mampostería, empotrada en un muro, con platos de barro, cuentas y orejeras de jade, conchas llenas de pintura roja y una hermosa perla de 13 milímetros de largo. Se quitó el muro y como a dos metros y medio, apareció una segunda pared: “Se suponía —dice Ruz— que inmediatamente detrás encontraríamos por fin lo que había motivado la construcción de la escalera, pero en realidad el muro no era más que el paramento exterior de un macizo de piedras y cal de cerca de cuatro metros de largo cuya demolición resultó ser tarea larga y dolorosa en vista de que la cal todavía fresca por la tremenda humedad que allí reinaba, quemaba las manos de los trabajadores”. (6)
Aparecieron, al final del pasillo, dos gradas que conducían a un pequeño descanso más alto que el piso. Mientras se retiraba el escombro, Ruz observó detenidamente que en el paramento izquierdo del corredor estaba empotrada una enorme losa triangular que cerraba una entrada. Sobre el descanso se encontró con una especie de caja que abarcaba todo lo ancho del corredor y que estaba cerrada por losas separadas entre sí por gruesas capas de cal. Al retirarlas apareció un entierro colectivo: yacían los huesos muy mezclados y destruidos de probablemente seis jóvenes, entre los cuales por lo menos una mujer; el supuesto sacrificio de estos mancebos para acompañar a su Señor hasta el inframundo, costumbre funeraria maya, aumentaba la posibilidad de una tumba...
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(1) Ruz Lhuillier, Alberto, op. cit., p. 11.
(2) Ibid., p. 31. (subrayado de Ruz Lhuillier)
(3) Ruz Lhuillier, Alberto, La civilización de los antiguos mayas, tercera edición, México, FCE, 1991, p. 81
(4) ídem.
(5) Thompson, J. Eric, Grandeza y decadencia de los mayas, p. 102-103.
(6) Ruz Lhuillier, Alberto, El Templo de las Inscripciones: Palenque, p. 49.

Armar el rompecabezas

Luego de una minuciosa lectura don Moisés y yo habíamos encontrado lo que Arnoldo nos había pedido con especial interés. La revisión de este importante documento nos permitió revalorar el trabajo meticuloso y el empeño que puso Ruz Lhuillier en el que fuera su descubrimiento mayor como arqueólogo (Fig. 7). Fue siempre un investigador mesurado cuyas intuiciones y reflexiones las hizo sobre bases firmes, y nunca se dejó llevar por una imaginación desmedida ni por juicios sin fundamento.
Don Moisés y yo escogimos, con base en nuestras coincidencias, las partes del Informe Ruz para redactar el texto. Después de una última revisión, ya para anochecer, pudimos imprimirlo. El documento que entregamos a Arnoldo, es el siguiente:

El Lenguaje de la Belleza

  Fotografías de Juan Carlos Rangel Cárdenas