jueves, 5 de noviembre de 2009

GLOSARIO

Abreviaturas: it.: italiano; fr.: francés; lat.: latín; (M.): maya; (N.): náhuatl; (Azt.): azteca.

A
ahau. (M.) Señor.
alfarda. f. Arq. Par de una armadura. Elemento arquitectónico que acompaña de manera paralela a las escaleras.
arquitrabe. (del it. architrave, trabe maestra.) m. Arq. Parte inferior del entablamiento, la cual descansa inmediatamente sobre el capitel de la columna.
átlatl. (N.) Propulsor de flechas o de jabalinas, arma característica de los mexicanos del Altiplano Central, como los habitantes de Teotihuacan y de Tula.

B
baktún. (M.) Unidad del 5° grado en la cuenta del tiempo, equivalente a 144 000 días (394 años y medio).
barra ceremonial. Objeto representado en los bajorrelieves mayas clásicos: barra en forma de serpiente o de dragón con dos cabezas que llevan los personajes, los dignatarios o los sacerdotes más importantes. Se trata aquí de un símbolo de autoridad moral o religiosa, mientras que el cetro-maniquí (véase este término) parece indicar soberanía o legitimidad.

C
cabán. (M.) Tierra.
cala1. Rompimiento hecho para reconocer el grueso de una pared o su fábrica o para descubrir bajo el pavimento cañerías, conducciones de agua, electricidad, etc.
capitel. m. Arq. Parte superior de la columna y de la pilastra que las corona con figura y ornamentación distintas, según el estilo de arquitectura a que corresponde. (Estilos: compuesto, corintio, dórico, jónico, toscano.)
cenote. (M.) (dzonot.) Pozo natural, en Yucatán, que resulta del hundimiento de la corteza calcárea debajo de la cual se acumulan las aguas de escurrimiento. El Gran Cenote de Chichén Itzá fue por siglos lugar de peregrinación y un centro de culto a los dioses de la lluvia.
cetro-maniquí. Objeto que representa a un pequeño personaje da nariz larga, una de cuyas piernas tiene la forma de una serpiente; lo llevan los señores o los soberanos como emblema de su dignidad.
chilam balam. (Del M. chilam, profeta, y balam, jaguar) (“Libros de). Recopilaciones de textos rituales, profecías, anales, redactados en maya y en caracteres latinos en Yucatán, después de la Conquista. Se les designa con el nombre de la localidad en que fueron encontrados: Chumayel, Maní, Kauá, Tizimín, etc.
ch’ol. (M.) Dialecto maya de Chiapas.
cinabrio. m. Sulfuro de mercurio natural, de color encarnado, y del que se saca el mercurio por destilación.
cocom. (M.) Apellido de la dinastía de los señores de Mayapán, que ejercieron su hegemonía en el norte de Yucatán entre 1224 y 1441. Derrotados por los Tutul Xiu (véase esta palabra), fueron reducidos a gobernar la provincia de Sotuta antes de sucumbir a la conquista española.
códice. Término mediante el cual se designan los antiguos manuscritos precolombinos. De ellos se conocen tres de origen maya, el Dresdensis (Dresde), el Peresianus (París) y el Tro-Cortesianus (Madrid). En ellos son tratados asuntos con temas religiosos, adivinatorios y astronómicos.
contrafuerte. (Arq.) Pilastra saliente en el paramento de un muro, útil para fortalecerlo.
copal. (N.) o pom (M.) Resina olorosa del Protium copal utilizada desde al antigüedad hasta nuestra época como incienso en las ceremonias religiosas.
cornisa. f. Arq. Coronamiento compuesto de molduras, o cuerpo voladizo con molduras, que sirve de remate a otros.
crestería. f. Arq. Adorno de calados, que se usó en el estilo ojival: las cresterías adornan las obras altas de los edificios góticos.
cripta. f. Lugar subterráneo en que se acostumbraba enterrar a los muertos.
cuenta larga. Sistema de cómputo del tiempo y de fijación de las fechas que usaron los mayas clásicos entre 292 y 909 de nuestra era. Su principio consiste en fijar una fecha, por ejemplo, la de inauguración de un monumento, enumerando los cinco períodos: baktunes, katunes, tunes, uninales y kines (véanse estas palabras) correspondientes al tiempo transcurrido después de la fecha cero 4 Ahau 8 Cumhú (12 de agosto de 3113 antes de nuestra era). Así se determina con precisión absoluta, en lo infinito del tiempo, la fecha de cuatro elementos: número y nombre del día en el tzolkin, número que indica el lugar del día en el uinal (véanse estas palabras) y nombre del uinal.

D
dintel. m. Arq. Parte superior de las puertas, ventanas, y otros huecos que carga sobre las jambas.

E
estuco. (Del it. stucco.) m. Masa de yeso blanco y agua de cola, con la cual se hacen y preparan muchos objetos que después se doran o pintan. ║ 2. Pasta de cal apagada y mármol pulverizado, con que se da de llana a las alcobas y otras habitaciones.
escalinata. (Del it. scalinata.) f. Escalera amplia y generalmente artística, en el exterior o en el vestíbulo de un edificio.
ex. (M.) Prenda masculina, especie de taparrabo, llamado máxtli en náhuatl.

F
falsa bóveda. f. Arq. Forma primitiva de bóveda, obtenida por aproximación de hiladas.
foliado, da. adj. Bot. Provisto de hojas.
friso. m. (Del lat. fresium.). Arq. Parte del cornisamiento entre el arquitrabe y la cornisa. ║ Faja que suele pintarse en la parte superior o inferior de algunas paredes.

G
glifo.

H
haab. (M.) Año solar dividido en 18 “meses” de 20 días (véase la palabra uinal), más los cinco días adicionales llamados uayeb.
halach uninic. (M.) “El hombre (uinic) verdadero”. Título del jefe militar o del soberano entre los mayas recientes de Yucatán.
hotún. (M.) Período de tiempo equivalente a un cuarto de katún (véase esta palabra), es decir, 1 800 días.
huaxtecos. (M.) Rama desligada de la familia maya , actualmente asentada en los estados mexicanos de San Luis Potosí y Tamaulipas.
huipil. (N.) Prenda femenina, corpiño.

I
itzá. Nombre que se daban los invasores originarios del centro de México y los putunes que entraron en Yucatán en el siglo x e instalaron su capital en Chichén Itzá. Su hegemonía sobre Yucatán duró alrededor de dos siglos y medio, durante los cuales una civilización mixta tolteca-maya brilló con gran esplendor. En los agitados siglos siguientes, los itzáes trataron de establecerse fuera de Yucatán y fundaron la ciudad de Tayasal en la laguna de las Flores de El Petén. Aquella fue la última ciudad maya independiente, que no cayó en manos de los españoles sino el 13 de marzo de 1697.

J
jade. (Del fr. jade.) m. Piedra muy dura, tenaz, de aspecto jabonoso, blanquecina o verdosa con manchas rojizas o moradas, que suele hallarse formando nódulos entre las rocas estratificadas cristalinas. Es un silicato de magnesia y cal con escasas porciones de alúmina y óxidos de hierro y de manganeso. Fue considerada piedra preciosa por los pobladores de Mesoamérica.
jamba. f. Arq. Cualquiera de las dos piedras labradas que, puestas verticalmente en los dos lados de las puertas o ventanas, sostienen el dintel o al arco de ellas.
jeroglífico, ca. adj. (Del griego hieros, sagrado, y gluphein, grabar) adj. Dícese de la escritura usada por los egipcios y algunos pueblos aborígenes americanos en la que las palabras se representan con símbolos o figuras. ║ M. Cada uno de los caracteres usados en esta escritura.


K
katún. (M.) Unidad del cuarto grado en la cuenta del tiempo, equivalente a 7200 días (19.72 años).
kin. “Sol” o “día”. Unidad del primer grado de la cuenta del tiempo

L
lacandones. (Del M. Lacantún, nombre de un afluente del Usumacinta). Grupo étnico que ha conservado en gran parte no sólo la lengua maya sino también el modo de vida y las creencias religiosas de los mayas precolombinos. Los lacandones viven en pequeños grupos en la selva tropical delimitada por los ríos Jataté, Lacantún y Usumacinta.
lápida. f. (Del lat. lapis, idis). Piedra que suele llevar una inscripción: lápida sepulcral.
losa. f. Piedra plana que sirve para varios usos: losa sepulcral.

M
mausoleo. m. Sepulcro magnífico y suntuoso.
maxtli. Prenda masculina, especie de taparrabo, llamado ex en maya.
maya. (M.) Nombre que los mayas se daban a sí mismos: Maya uinic, “hombres maya”; maya than: “lengua maya”.
mesoamérica. El concepto, equivalente de América Media, fue expuesto por Paul Kirchhoff durante un congreso de americanistas en 1943, para referirse al área cultural cuyos límites geográficos quedaban delimitados de la siguiente manera: al norte los ríos Sinaloa en el Pacífico y Pánuco en el Golfo, unidos por una línea que pasa al norte de los ríos Lerma, Tula y Moctezuma; al sur la zona excluye Honduras, salvo su región noroeste, y excluye también la parte oriental de Nicaragua y Costa Rica, salvo la parte noroccidental del Guanacaste y la península de Nicoya.
moldura. (De molde y ura. ) f. Parte saliente de perfil uniforme, que sirve para adornar o reforzar obras de arquitectura, carpintería y otras artes.
muesca. f. Concavidad o hueco que hay o se hace en una cosa para encajar otra.


N
nacom. (M.) Dignatario militar y religioso en las ciudades mayas posclásicas de Yucatán.
nicho. m. (Del lat. nicchio). Concavidad que se deja en una pared para poner una estatua, jarrón, etc. ║ Cualquier concavidad para colocar una cosa, especialmente un cadáver.

— O —
olmeca. (civilización). (Del Azt. olmeca, “gente de hule”; olman, “el país del hule”) Designa la zona costera del golfo (estados de Veracruz y Tabasco) donde se desarrolló la civilización más antigua de México entre 1200 y 1400 antes de nuestra era. Es probable que los olmecas hayan inventado el calendario típico mesoamericano y un principio de escritura jeroglífica. Magníficos escultores y cinceladores, abrieron el camino a las artes plásticas de Mesoamérica y sobre todo al arte maya.
orto. m. Salida o aparición del sol o de otro astro por el horizonte.

— P —
palenque. (Del catalán, palenc, empalizada.) m. Valla de madera o estacada que se hace para la defensa de un puesto, para cerrar el terreno en que se ha de hacer una fiesta pública, o para otros fines. (p. 1067)
panel. m. Compartimiento en que se dividen los lienzos de pared, hojas de las puertas, etc. ║ Tabla de madera que ha servido para ejecutar una pintura.
paramento. (Del lat. paramentum.) m. Arq. Cualquiera de las dos caras de una pared.
pati. (M.) Manto llevado en Yucatán durante el período Posclásico. Los frescos de Bonampak que mantos de ese tipo se usaban ya en el clásico. Es una prenda similar al “palio” que usaban griegos y romanos.
pilastra. f. Columna de sección cuadrangular.
Popol Vuh. (M.) En lenguaje quiché: “Libro del Consejo”. El manuscrito de esta recopilación de mitos y de tradiciones, en lengua quiché y en caracteres latinos, redactado en el siglo xvi, fue encontrado y publicado en 1861 por Charles Brasseur de Bourbourg.
putunes (M.) o chontales (N.) Esta palabra designa al grupo étnico que poblaba la región costera del golfo de México (Laguna de Términos, deltas del Grijalva y del Usumacinta), en los límites del territorio maya y del mundo mexicano.

— S —
sacbé. (Del M. “Blanco”, sac, y “camino”, bé.). Nombre dado a las calzadas empedradas y estucadas que unían algunos centros urbanos como Cobá y Yaxuná o Kabah y Uxmal.

— T —
tablero. Arq. Plano resaltado, liso, o con molduras, para ornato de algunas partes del edificio.
talud. (Del fr. talus.) m. Inclinación del paramento de un muro o de un terreno.
tolteca. (Azt. “Gente de Tollan”). Fundada en el siglo ix por inmigrantes del norte que hablaban náhuatl, la ciudad de Tollan (Tula) ejerció una fuerte influencia sobre gran parte de Mesoamérica, hasta el hundimiento de su civilización en el siglo xii. Hacia fines del siglo x, los itzáes (véase esta palabra) que invadieron Yucatán eran, por una parte, toltecas. Su jefe llevaba el título tolteca de Serpiente Emplumada. El arte de Chichén Itzá (siglos x-xiii) lleva claramente la huella del arte de Tula.
tun. (M.) Unidad del 3er grado en la cuenta del tiempo. Esta palabra, cuyo sentido primordial es “piedra”, designa un “año” de 360 días.
tzolkin. (M.) Calendario ritual y adivinatorio de 260 días que resulta de la combinación de 13 números (del 1 al 13) y de 20 nombres y glifos. De origen muy antiguo, ese calendario probablemente sea común a todas las civilizaciones autóctonas de Mesoamérica.

— U —
uayeb. (M.) Período final del año solar haab (véase esta palabra), que consta de cinco días considerados nefastos durante los cuales había que abstenerse de toda actividad.
uinal. (M.) Unidad del 2° grado en la cuenta del tiempo, “mes” de veinte días. El año solar haab (véase esta palabra) tiene 18 de ellos, a los que se agrega el uayeb (ver palabra anterior).
Usumacinta. (Del N. ozomatli, “mono” y cinta, “río”: “Río de los Monos”.) Río del sureste de México que nace en Guatemala, marca parte de la frontera mexcano-guatemalteca, penetra en México y desemboca en el golfo del mismo nombre y en la laguna de Términos; tiene una extensión de 1,300 km. con casi 400 navegables.

V
vano. m. Arq. Parte del muro o fábrica en que no hay sustentáculo o apoyo para el techo bóveda; como son los huecos de ventanas o puertas y los intercolumnios.

X
Xibalbá. (M.) En lengua quiché, nombre de la morada subterránea de los muertos, donde reinan los siniestros señores “Uno-Muerte” y “Siete-Muerte”, rodeados de servidores búhos. El Popol Vuh (véase esta palabra) relata las aventuras de héroes semidivinos expuestos a los maleficios de los señores de Xibalbá.

PALENQUE AL FIN DEL MILENIO (Parte IV y última)

¿Cuál es el trabajo que hacen ahora en Palenque?

Palenque se necesita conservar y es un trabajo permanente, pues tenemos problemas serios con la vegetación dadas las condiciones climáticas.

Normalmente la temporada en campo son de máximo 4 meses al año. Eso nos permite hacer la labor de exploración. Tenemos una segunda etapa donde analizamos la información que aparece en las exploraciones, y una tercera, a finales de año, cuando se entregan resultados, informes, artículos, textos, libros, etc. Ésta es la mecánica que se sigue. En el caso del megaproyecto tuvimos que trabajar dos años continuos gracias a los recursos asignados. Hicimos casi 24 meses de trabajo arqueológico.

Ahora tenemos por delante una gran labor. Uno pide como un descanso para empezar a analizar esta información, abundante por cierto. Sería un crimen seguir explorando y llenando bodegas sin obtener resultados. Para este año y el que sigue, se ha planeado hacer esa labor de gabinete, esa labor de preparar informes, de redactar artículos y textos; obviamente se continuará con el programa de mantenimiento y quizá alguna excavación mínima, pero ya no en el volumen con que se realizó en años anteriores. Lo importante ahora es entregar resultados.

* * *

Sonó el teléfono. Una llamada le recordaba que debía partir hacia Palenque. Nos despedimos con un abrazo. Dejaba las oficinas y se trasladaba a las célebres ruinas. Sólo me dijo: “el trabajo sigue, ni modo”.

Yo me quedé por un rato en su cubículo leyendo los recortes de periódicos que tenía pegados en las paredes anunciando su descubrimiento. Sentado, contemplé durante buen rato la impactante fotografía de la “Reina Roja”. No me quedaba la menor duda de que el tiempo y nuevos descubrimientos en Palenque, volverían a juntarme con Arnoldo y don Moisés.

PALENQUE AL FIN DEL MILENIO (Parte III)

Arnoldo, hay estudios epigráficos muy avanzados. Tú conoces las investigaciones de Linda Schele y Peter Mathews. Desde tu punto de vista como arqueólogo, ¿qué dicen los jeriglíficos mayas?

Hay básicamente dos escuelas que han trabajado el nivel epigráfico: la escuela norteamericana y la escuela rusa. Con Tatiana Proskuriakof y Heinrich Berlin, se sientan las bases para que esta primera interpretación se desarrolle. Los textos sí son, en muchos casos, textos históricos. Se ha detectado y confirmado, de acuerdo con los estudios de Linda y Peter, que en los glifos se habla de nacimientos, de ascensiones al trono, de muertes y de alianzas matrimoniales, y han afirmado, que, quizá, una de las historias más completas que se tengan en toda el área maya es justamente ésta de Palenque. Ya tienen identificados a toda una serie de personajes en muchos de los tableros de la ciudad y hablan de dinastías, identificando hasta 15 y 16 gobernantes. Esto, claro está, es historia y hay que tener un poco de cuidado pues en ocasiones no tiene mucho sustento. Nosotros, como arqueólogos, tenemos que tomar en cuenta estos datos para intentar, a través de ellos, reconstruir los sucesos históricos. Pero déjame insistir, tenemos ya un ejemplo de que para acercarnos al personaje habrá que trabajar a nivel de los restos materiales, y por lo que estamos viendo ahora, nos están llevando hacia una ocupación tardía de acuerdo con la cerámica, aunque todavía falta por hacer toda una serie de análisis para llegar a confirmar esto que muchos especulan: de si el personaje encontrado era la esposa de Pakal.

Hace unos meses, en la última reunión del Congreso Internacional de Mayistas (mayo del 95), en Quintana Roo, aparece Yuri Knorosov, que viene siendo como la otra escuela de epigrafía, la escuela rusa, y de hecho le da un nombre al personaje que encontramos: la llama “Guacamaya Blanca” y empieza a hablar de un personaje femenino que fue traído de Yaxchilán. Pero si uno lee atentamente sus argumentos, se ve que no tiene bases suficientes para afirmar este tipo de cosas. Esa misma pregunta me la hicieron en el Congreso y les dije lo mismo: no tenemos bases que nos permitan hacer esa afirmación.

Bueno, Arnoldo, hay que ser muy cuidadosos en las afirmaciones, en el trabajo científico...

Sí, es parte de la cuestión científica y arqueológica. A veces con la nueva información se nos caen muchas cosas que ya se tenían planeadas desde años atrás. Y aquí viene lo interesante de la investigación arqueológica: un nuevo dato, nos va a permitir derribar cosas que ya se sabían confirmadas. Digo esto por que se ha producido una serie de contradicciones entre epigrafistas y arqueólogos. Es sabida la contradicción que existe entre Alberto Ruz y los epigrafistas de la escuela norteamericana. Éstos afirman, por ejemplo, que los glifos señalan que Pakal murió a los 80 años; mientras que los estudios de antropología física y osteológicos, que realizó el maestro Arturo Romano, y quien de hecho está haciendo también los del personaje recientemente hallado, indican, luego de un escrupuloso análisis, que tiene una edad promedio de 40 años. Tenemos entonces, esta contradicción aún sin resolver entre el dato netamente arqueológico y el dato epigráfico.

Pese a las pocas evidencias que existen en las lápidas y esculturas de Palenque, ¿fueron los palencanos un pueblo guerrero?

Se ha hablado de Palenque como un centro astronómico y se ha dicho que era una ciudad de artistas; claro, esto se debe a que las representaciones de sus tableros y estucos no muestran ninguna representación, digamos “guerrera”, como las que tenemos en Toniná, en los bellos dinteles y estelas de Yaxchilán, y en las pinturas murales de Bonampak. Esto se pensaba hasta el año pasado. Junto al templo de la Cruz Foliada llevamos a cabo una exploración en el Templo de los Guerreros, anteriormente designado como templo XVII, y localizamos un tablero de características similares a los de los templos del Sol, La Cruz y la Cruz Foliada, que se componen de tres planchas. En este caso, sólo aparecieron dos, y en ellas encontramos la primera representación guerrera: el personaje ricamente ataviado con un atuendo “militar” es Chan Bhalún, el segundo gobernante más importante del sitio, y del que no se tenía ninguna representación anteriormente. Es hasta este momento en que podemos hablar de las representaciones “guerreras”. En el tablero aparece un personaje de pie con una lanza y tiene a sus pies un cautivo. A la fecha no hemos podido descifrar tres de los glifos que nos impiden identificar al personaje capturado. Este descubrimiento habla por sí mismo de aquellas características que en el orden de lo militar, tenían también los palencanos.

Los trabajos se habían concentrado en la parte central y conjuntos adyacentes; había que salirse un poco hacia el exterior como lo empezamos a hacer a partir de 1992, explorando otro tipo de conjuntos que nos permitieran en un momento dado recuperar este tipo de información. La mayor parte de los trabajos anteriores se concentraron en la plaza ceremonial, y yo creo que si tendemos a salir hacia el exterior del sitio podremos encontrar más elementos y nuevos conocimientos.

En la entrevista anterior que te hice, me decías que apenas se encontraba explorado un 20% de la zona arqueológica, ¿continúa ese 20 por ciento?

Como decía al principio, hicimos el trabajo de conservación de los templos y no podemos explorar nuevas áreas si no conservamos lo que ya tenemos; tal era la política y el objetivo primordial del proyecto. Además, concluimos en toda esta área central el 20 o 25% de toda la extensión total del sitio y en todos los basamentos porque también era necesario hacerlo, y exploramos también nuevos conjuntos. De hecho intervenimos algo así como 22 edificios en casi dos años y medio de trabajo. Obviamente nuestro porcentaje de visita creció: tenemos ahora de un 30 a un 35 por ciento. hay arqueología para muchos años.

Pensando en eso, ¿crees realmente que algún día pueda ser reconstruida en su totalidad la antigua ciudad de Palenque?

Bueno, como siempre lo he dicho, creo que hay arqueología para 100 años. Palenque era una ciudad grande. Existen sitios mucho mayores como Tikal que tiene 22 km2 y creo que a través del tiempo pueda llegar a realizarse con no sé cuantas generaciones de arqueólogos. Lo veo a muy largo plazo. ¿Por qué?, porque se parte de la experiencia de los trabajos realizados y se requiere de una inversión cuantiosa. La arqueología es muy cara, ya lo hemos comprobado.

Continuará...

PALENQUE AL FIN DEL MILENIO (Parte II)

Arnoldo, ¿quién es la mujer exhumada en el Templo XIII?

Lo que sabemos hasta el momento es que se trata de un personaje femenino de entre 35 y 40 años, con una estatura de 1.65 m., depositado en un sarcófago, con más de 1,200 piezas de jade que formaban parte del tocado y está acompañado para su viaje al mundo de los muertos, según la concepción funeraria maya, de dos personajes que fueron encontrados en los costados del sarcófago. Uno de ellos es también una mujer de 40 años aproximadamente, y el segundo es un personaje infantil que tiene entre 7 y 10 años, de sexo masculino. La Tumba se encuentra al interior de una primera etapa constructiva. El edificio tiene de hecho tres etapas. Cuando se entierra al personaje está funcionando en su momento la segunda con habitaciones crujía y accesos que comunicaban a la parte alta. Los arquitectos palencanos conservan esta etapa anterior y lo que hacen es modificarla para depositar ahí los restos y tiene el mismo efecto que tienen las inscripciones: esta acción de bajar tres escalones y que nos comunican tanto a la crujía como a la habitación central de la tumba.

Palenque muestra, de acuerdo con investigaciones epigráficas recientes y con descubrimientos como el reciente, la participación activa de las mujeres en la vida social y política. Me parece que es algo que no ha sido estudiado con la amplitud que el caso amerita. ¿Cuál fue el desempeño de la mujer en la sociedad palencana?

Esto es muy importante y complejo. De hecho, se tienen identificados dentro de la sucesión dinástica a más de 15 gobernantes; los epigrafistas, Linda y su grupo, hablan incluso de un número mayor. Pero tenemos un dato muy significativo, fíjate bien: dos de esos gobernantes de Palenque eran mujeres. Una de ellas viene siendo la madre de Pakal. Esto nos sugiere la existencia de una sociedad más bien patrilineal que matriarcal. Pero, sí, la mujer jugó un papel destacado que venimos a confirmar con el hallazgo. Por una parte, la cantidad de elementos funerarios que porta el personaje nos está hablando de un estrato social bastante alto, aunque yo todavía no podría afirmar que se trate de una mujer gobernante, y por la otra, el hecho, como ya señalé, de estar depositada en un sarcófago. Desgraciadamente carecemos de la glífica que nos hubiera remitido a las fechas y quizá aproximarnos al personaje.

Es muy claro, Arnoldo, que este tipo de personajes tenían un rango muy elevado dentro de la estructura social palencana. ¿Cuál consideras tú que haya sido en ese momento esa estructura social, cuáles los cargos y las responsabilidades que tenían que cumplir Pakal o la “Reina Roja”, como se la empezamos a nombrar?

Los estudios sobre la estructura social de los antiguos mayas se apoyan básicamente en las referencias históricas que dejaron los misioneros en Yucatán, principalmente Diego de Landa, en su libro Relación de las cosas de Yucatán. La mayor parte está basada en las descripciones de misioneros, de donde se puede determinar que tenemos un estrato social, el más bajo, que viene siendo la sociedad campesina, los agricultores; hay otro nivel donde están los artesanos, los especialistas; hay toda una burocracia en un siguiente nivel, y por último, se remata con el gobernante, con el gran señor, el Halach Uinic, como le llaman. Esto es más o menos como está compuesta la pirámide social maya.

El caso de ella, parece ser que es un personaje importante por lo que ya apuntamos, más no sabemos todavía si formaba parte de la élite gobernante. No se puede afirmar todavía que sea una reina, pues no tenemos el dato porque carecemos de inscripciones; sabemos por el hecho de estar enterrada en la plaza principal, que debió haber ocupado un puesto importante en la jerarquía social, y porque sus acompañantes tenían deformación craneana e incrustaciones y mutilación dentaria, lo que nos confirma que pertenecían seguramente a la nobleza. Por lo general, se habla siempre de acompañantes esclavos, como seguramente lo fueron los seis personajes que entierran junto con Pakal. Este caso es diferente: la deformación craneal y las incrustaciones dentarias, están indicando otro status social.

PALENQUE AL FIN DEL MILENIO (Parte I)

Lo que sigue es el texto de una plática con el arqueólogo Arnoldo González Cruz, jefe del Proyecto Arqueológico Especial de Palenque, que se realizó en agosto de 1995 en el Museo Regional de Chiapas, en Tuxtla Gutiérrez. Tuve con él un primer encuentro al pie del Templo de la Cruz, cuando en plena labor desenterraba unos hermosos incensarios en la primavera de 1993. Entre esas dos fechas, el 2 de junio de 1994, ocurrió un descubrimiento de gran importancia para la arqueología mexicana: en el edificio conocido como XIII, contiguo al Templo de las Inscripciones, se encontraron dentro de un sarcófago los restos de una mujer a quien se comienza a llamar la “Reina Roja”. En una de las paredes de su cubículo hay una ampliación fotográfica de gran tamaño del personaje exhumado —“tal cual la encontré”, aclara—, y otros cuadros con reconocimientos y diplomas. Uno de ellos es el Premio Chiapas 1994. Entremos en materia.

Arnoldo, ¿qué magia, qué misterio tiene Palenque que desde hace más de doscientos años a cautivado por igual a expedicionarios, arqueólogos y simples turistas?

Palenque ha sido considerado uno de los sitios más importantes del área maya central junto con Tikal y Copán. De hecho, se le señala como capital regional de la vasta extensión de la cuenca del Usumacinta. Palenque llama la atención porque es la primera referencia documental que existe a finales del siglo XVIII y, de manera particular, por la conservación de su arquitectura, de su escultura y la decoración que está plasmada en paredes, bóvedas y galerías, hecho no tan común en otros lugares.

¿Qué sensación experimentan ustedes los arqueólogos al realizar hallazgos de la magnitud e importancia como el que realizaste en 1994?

Todo tiene un origen, Juan Carlos. Piensa que hay intereses tanto institucionales como particulares, como es mi caso. El objetivo primordial de los trabajos arqueológicos en el sitio ha sido la conservación de los templos abiertos al público. Es decir, tenemos que conservar Palenque. Un segundo objetivo, era completar aquellas partes que no se habían terminado dentro de esta área pues había muchos edificios que se habían trabajado sólo parcialmente. El tercer objetivo, después de tener asegurados los templos y concluidos parcialmente los basamentos, era abrir nuevas áreas de exploración.

En relación a la pregunta, uno no busca en su momento la tumba. Las cosas son fortuitas. Al llevar a cabo las tareas para la conservación y la liberación de los edificios, se encuentran etapas anteriores de la ciudad que obviamente nos van a llevar a una serie de hallazgos. Para nosotros es tan importante un fragmento de vasija como una tumba, pues todo va a depender del contexto en que aparezcan y de muchas otras circunstancias.

El objetivo del arqueólogo es no tanto llegar y buscar tumbas, no somos “tumberos”. Somos investigadores que tratamos de entender un poco la sociedad que habitó estos lugares, explicarnos su arquitectura, entender un poco su religión, y esto, obviamente, nos lo van a dar estos materiales que uno recupera: es tan importante un fragmento de tepalcate como una tumba. Una tumba nos va a indicar sus costumbres funerarias, podremos ver si las cerámicas tienen evolución o no, las características que presentan, etcétera. Éstas son cosas que se dan fortuitamente, uno libera y, bueno, aparecen este tipo de restos culturales que son los que nos van a permitir interpretar y reconstruir a la sociedad de ese momento.

Lo cierto es que noticias como ésta circularon a nivel mundial. El hecho del hallazgo de la tumba, pese a lo que me acabas de decir, adquiere una resonancia que te hace trascender en la arqueología. La Jornada, por ejemplo, le dio la primera plana el 3 de agosto de 1994. ¿Esto es importante para ti como profesional?

Nada de eso. Yo creo que aquí lo importante va a ser en un momento dado lo que uno esté aportando, los resultados que uno entregue. La importancia del hallazgo radica en que se realiza en una estructura contigua al Templo de las Inscripciones, el edificio más importante de Palenque, y por que los restos del personaje corresponden a una mujer y están depositados en un sarcófago, hecho insólito que viene a mostrar el segundo sarcófago a nivel del área maya. Este es el sentido y la importancia que estos descubrimientos tienen para la arqueología mexicana y, en particular, para la de Palenque. Nadie se imaginaba, por ejemplo, encontrar un nuevo sarcófago. Esta tumba, claro, es distinta a la de Pakal por ser más pequeña y por carecer, como ya te he comentado, de inscripciones, que fue algo que buscamos y seguimos buscando afanosamente. La falta de inscripciones es una de las incógnitas que, en su momento, pretendemos resolver. Por supuesto, hallazgos de esta naturaleza, hallazgos en un lugar como Palenque, son siempre noticia.

UNA COMIDA DE DESPEDIDA

Luego del huracán que significó el hallazgo de una nueva tumba, Palenque fue recobrando su ritmo lentamente. La temporada de trabajo de campo había concluido a finales del mes de julio. Arqueólogos y antropólogos del equipo de trabajo volvían a sus respectivas adscripciones. Otros, como en mi caso, terminaba el contrato y nos regresábamos a casa.

Era necesario, ahora, ordenar la copiosa información acumulada e iniciar la clasificación de las cuantiosas piezas rescatadas desde 1989. Y, sobre todo, había que hacer un primer intento para aproximarse y descifrar quién era el individuo exhumado. Aquí entraba esa otra parte de la investigación científica que puede parecer gris, sin el brillo y el disfrute del trabajo arqueológico de campo, pero que tiene una importancia capital. Es el “trabajo de gabinete” que muchas veces es visto con desdén, pero que implica el esfuerzo intelectual para la reconstrucción y la interpretación de la información recabada.

Arnoldo me pidió que compilara los diversos trabajos que habíamos realizado. Para él serían de mucho provecho pues tendría a la mano referencias y conocimientos que, de diversas fuentes y épocas, habíamos reunido don Moisés y yo.

En una semana pudimos entregarle a Arnoldo una carpeta con versiones compendiadas de informes, notas biográficas, entrevistas, bibliografía e información hemerográfica, textos, mapas y material fotográfico.

Una deliciosa comida en la casa de don Moisés, bajo un frondoso palo de mango, fue la manera de sellar cuatro intensos meses de trabajo y convivencia. Arnoldo, con muestras de cansancio luego de las últimas semanas de trabajo, asistió para compartir y relajarse. Ya entrada la noche nos despedimos. Yo salía muy temprano para Villahermosa, para de ahí tomar el vuelo hacia la ciudad de México. Un abrazo cerraba esta historia.

* * *

En un abrir y cerrar de ojos había transcurrido un año de mi trabajo en Palenque. En agosto del ‘95 pude viajar a Tuxtla Gutiérrez. Sabía de antemano que Arnoldo estaría en sus oficinas del inah Regional, así que aprovecharía la ocasión para saludarlo. Estuvimos en su casa platicando y recordando aquellos días llenos de vida y trabajo, en Palenque. Hablamos de muchas cosas que grabé sin ningún orden. Luego de trabajar con las cintas hice este recuento:

¡ÁNIMO! ¡ÁNIMO!

Por fin, después de 16 horas, el bastidor sostenido por gatos hidráulicos, como lo hiciera Ruz Lhuillier, se levanta a las 3:30 de la madrugada unos cuantos centímetros. Y el taller de carpintería instalado a los pies del templo funciona a todo vapor. Polines, tubos de metal, tablas calzadoras entran y salen de la cámara siguiendo las instrucciones de Arnoldo González Cruz. Afuera, Chaac, el dios maya de la lluvia, se hace presente como queriendo participar de la ceremonia, igual que lo hizo aquel 11 de abril cuando se descubrió la tumba. Adentro, después de un gran silencio de expectación, esa losa de piedra de 2.45 por 1.18 metros se levanta para que todos vean a quién reposa desde hace aproximadamente mil 300 años.

En cadena, como en una sala de cirugía pasan los instrumentos de mano en mano, las de Saúl Said, coordinador del campamento, son útiles todo el tiempo. Víctor Cruz, fotógrafo del inah, queda atrapado dentro de la cripta y participa del rescate. Y de pronto todos los que están dentro de la cámara funeraria sienten, mientras sube la lápida, cómo sale el fuerte olor a cinabrio del sarcófago. Una brisa del pasado invade la cámara y todos se ponen la mascarilla. Hay nerviosismo, momentos de tensión. ¡Ánimo, ánimo!, dicen todos los de afuera, en su mayoría integrantes del joven campamento arqueológico, donde el promedio de edad oscila entre los 25 y los 35 años.

A las 6:10 de la madrugada, Epigmenio Ibarra y Phillipe, su colega, logran introducir la lente de sus cámaras entre el sarcófago y la lápida que ya se ha levantado cerca de 20 centímetros.
El ánimo se eleva al cielo porque a través de un monitor ya es posible ver un espectáculo sin nombre: el rostro del personaje. Porta una diadema formada por cuentas de jade y restos de una máscara que, afirman los arqueólogos, es similar a la que se encontró con Pakal. No se sabe aún si la dentadura, mutilada, contiene incrustaciones de jade y pirita como presentaron las de los restos adjuntos al sarcófago.

Luego vuelve el suspenso. ¡Uno! indica Alberto López, “El güero”, a sus compañeros para que manipulen los gatos y se eleve la lápida. ¡Uno! Y los segundos transcurren como horas. El silencio lo rompe Carlos Urriza, siempre antisolemne para cantar: “vengo de un mundo raro y misterioso...” Hace poco descubrió en el Templo XVII un gran tablero con inscripciones de suma importancia. Ahora participa en otro hallazgo. La selva de Palenque se mantiene en suspenso.
A las 7:40 horas se colocan los polines y todos saben que el momento se acerca. Fanny mira a punto del llanto el proceso a través del boquete rodeado de piedra que divide a la cámara del pasillo donde todos los presentes aguardan. Algunos cabecean, pero nadie abandona el templo.
Por fin a las 8 de la mañana ya los cilindros han sido colocados y se da el primer deslizamiento de la gran lápida que a diferencia de la de Pakal no está labrada. Ahí va. Ahí va, se desliza la tapa poco a poco. Más despacio por favor, pide Arnoldo sudando. Ahora se ven perfectamente los huesos de pies y piernas. Diez minutos más tarde en medio de un gran silencio y cuando ya nadie tiene sueño se oye: ¡Listos! y aquella lápida se desplaza hasta el fondo para que todos podamos ver, sin dar crédito a la escena, el esqueleto completo del antiguo o antigua gobernante maya con toda su majestuosidad.

A Fanny le llama la atención la diadema puesto que es la primera vez que va de elemento en un entierro y las piezas de concha que asemejan orejeras pero que, se diría después, forman parte de la máscara. Las cuentas circulares integrantes de las pulseras y los collares indican un fino trabajo de artesanía en jade. Y observa una concha como ofrenda a un lado del cráneo.
Un gran aplauso emotivo se impone al cansancio.

Arnoldo ya no deja de sonreír. Sale de la cámara funeraria y ofrece en entrevista sus primeras observaciones:

—Todo esto parece confirmar lo que tiempo atrás suponíamos. Un sarcófago es indicativo de clase gobernante por la riqueza y la cantidad de piezas y materiales que ofrece además de la máscara y del tipo de cripta. Podemos confirmar también que esta parte de Palenque funcionaba como una necrópolis y que si con el hallazgo del Templo XIII descartamos la idea de que la única tumba de esta naturaleza era de Pakal, pues podemos suponer que probablemente hay más. Pero es muy pronto para dar conclusiones porque hay que limpiar y analizar el material arqueológico y esperar los resultados del laboratorio. Por lo que hemos observado de manera superficial, no hay glifos que indiquen aún fechas o nombres e incluso los datos que arroja la cerámica de la cripta parece contradecir la época de la subestructura del edificio, por lo que quizá debemos revisar de nuevo las inscripciones de la tumba de Pakal”.“Tenemos trabajo para los próximos cien años”, dice, y emocionado, admite que fue más de lo que esperaban.

Un amanecer nublado cubre Palenque. Y en el aire queda la pregunta: ¿quién será?, ¿quién llega del pasado? Las respuestas vendrán después. Lo que queda hoy en todos es una emoción compartida e indescriptible después de toda una noche en diálogo con el pasado.

DESENTRAÑANDO LOS GLIFOS: LOS LINAJES DE PALENQUE

Gracias a la añeja amistad entre don Moisés y Linda Schele pudimos conversar con ella y exponerle algunas dudas que nos había dejado el Informe Ruz. Ella estuvo algunos días en Palenque, muy contenta, invitada por el propio Arnoldo.

Doctora por el Institute Latin American de la Universidad de Texas, en Austin, Linda se ha puesto a la cabeza de las investigaciones epigráficas en Palenque. A la menor insinuación se acordó con facilidad de la Navidad de 1970, cuando ella y su esposo hicieron un recorrido en automóvil por toda la costa del golfo de México, desde Matamoros, Tamaulipas, hasta la remota ciudad de Mérida, Yucatán.

Linda habla con mucho cariño de un refugiado guatemalteco que encontraron en Villahermosa, que amaba Palenque, y quien casi les suplicó que lo visitaran. Siguieron su consejo e hicieron una primera estancia de tres días. De regreso de Mérida se quedaron siete días más y Linda dice que se “enamoró perdidamente de Palenque”. Se acuerda también que el guatemalteco les había hablado acerca de una persona a quien debían conocer, un tal Moisés Morales. Fueron en su busca y con él como guía conocieron Palenque. Desde entonces Linda está ligada sentimental y profesionalmente con el sitio y mantiene una afectuosa amistad con don Moisés.

Oye, Linda, ustedes los historiadores del arte, metidos a epigrafistas, han empezado a “leer” los jeroglíficos mayas. ¿Cómo le han hecho?

No ha sido fácil. David Kelley había estado trabajando en aspectos novedosos de lingüística histórica, estudios que hacían falta. Él fue el primero en notar que el nombre del gran gobernante de Palenque, Pakal (“Escudo de Mano”) podía escribirse con la imagen de un escudo de mano, o fonéticamente, como pa-ka-l (a), o de las dos maneras. Esto lo dio a conocer en su libro Deciphering Maya Script. Por su parte, Peter Mathews y Floyd Lounsbury habían estado recopilando material —dibujos e ilustraciones­— de los glifos de los tableros del edificio y de la cripta. Con todo este material reunido, Peter y yo pudimos seguir en las inscripciones del edificio y del sarcófago, las entronizaciones de los gobernantes palencanos para un período de 400 años, además de sus nombres, las fechas de nacimiento y los ascensos al poder.

Ya que hablas de las edades de los personajes, es sabida la discrepancia entre la “lectura” epigráfica y el dato antropofísico, ¿cuál es tu punto de vista?

La pregunta aquí es más bien: ¿cuál información es la que puedes considerar como más confiable y cuál es la que está más sujeta a errores, ya sea en su evaluación, o en la recopilación de los datos? Lo que tenemos es la cronología asociada con el nacimiento de Pakal, con su entronización y con su muerte. Su nacimiento está escrito en Cuenta Larga, lo que significa que no se puede repetir hasta que hayan transcurrido 375 mil años. Su entronización está ligada a la de otra persona, algo que ocurrió un millón de años atrás. Esto es simple matemática, no es una cuestión de juicio. Está contado el total de años, meses y días y las fechas se ligan perfectamente con los finales del noveno y décimo katún.

Llegamos ahora a la parte final de la evidencia y la primera pregunta es: ¿pueden los antropólogos físicos dar la edad de los restos? Yo he hablado con los mejores antropólogos físicos del mundo, incluyendo gente como Frank Solt, quien estudió los huesos de Altar de Sacrificios, muchos de los de Tikal, los de Ceibal y ahora los de Caracol. Él trabajó medicina forense en Estados Unidos y es una de las personas con más experiencia en el trabajo de huesos en todo el mundo. Incluso, vio los huesos de Pakal y dice que corresponden a los de una persona de edad avanzada, pero éstos eran solamente astillas de la mandíbula inferior, los huesos largos nunca fueron sacados y no han sido estudiados.

Veámoslo desde otro punto de vista. La versión epigráfica, es decir, la que ustedes sustentan, señala que Pakal vivió aproximadamente unos 80 años, en tanto que el dato antropologico que proporcionan Ruz Lhuillier, Arturo Romano y Eusebio Dávalos, sostiene que Pakal tenía entre 40 y 50 años cuando murió. ¿Qué opinas?

Vamos por partes, como dicen ustedes. La antropología física todavía no tiene las herramientas para asignar edad a restos de personas de edad avanzada, además de que los seres humanos envejecen a ritmos muy diferentes. Hay muchos casos con los que pudiera ejemplificar, pero vamos al grano. Cuando los huesos de Pakal fueron llevados a México para un nuevo estudio en la década de 1970, surgió este horrible conflicto: todo lo que se tenía eran pedazos del cráneo, pero el cráneo estaba destruido por la misma máscara que se colocó sobre el rostro del gobernante. Ernesto Pimentel estudió pacientemente los informes de los antropólogos,(1) pero éstos sólo habían publicado las conclusiones, la prueba específica que ellos aplicaron es desconocida en todo el mundo, nadie sabe de esta prueba y no se ha vuelto a aplicar en ninguna otra parte.

Como historiadora del arte, ¿cuál es a tu juicio la contribución de la epigrafía maya al conocimiento?

Puede manejarse de dos maneras. Primera, lo que aporta la epigrafía a la arqueología es que pone a los seres humanos dentro de ella y reduce las posibilidades de especulación, da oportunidad a sus autores de decirnos: “Esto es lo que en realidad hice”.

Segunda, en una escala más amplia, lo que el desciframiento ha hecho es que le dio a América una historia escrita larga y tan compleja como cualquier otra del Viejo Mundo, quizá más detallada que cualquier otra; por ejemplo, la egipcia, o la de Mesopotamia; estamos hablando de una escritura del nivel de la que produjo China. Ni más ni menos.

Si estudiamos el arte griego es porque conocemos los nombres de los artistas. Los artistas mayas también firmaban sus obras, están ya identificados los glifos para escriba, escultor y arquitecto. Pero la gran aportación de la epigrafía es que transformó a los indios americanos, de bárbaros semidesnudos, en un segmento importante de la cultura humana.

Si somos cuidadosos y entendemos la herencia que representan, nuestros descendientes sabrán de los artistas mayas, porque junto a Praxiteles y Leonardo estarán los nombres de estos otros artistas que tallaron sus obras y las firmaron, y también tallaron su contribución a la historia de la humanidad para hacerla central y permanente. De veras.
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1) Se refiere a los antropólogos ya mencionados Arturo Romano y Eusebio Dávalos.

"UN TUMBÓN DE PURAS TUERCAS"

De pronto, el martes 31 de mayo, Arnoldo González descubre un orificio sobre la lápida: “es un psicoducto por donde el personaje se comunica con el mundo exterior”, explica, mientras retira un pedazo de tepalcate que obstruye el orificio. Y entonces el cinabrio, mineral de color rojo asociado a la muerte, empieza a salir del sarcófago y todos se ponen una mascarilla.

Ingenioso, Arnoldo introduce un foco diminuto por el orificio y puede ver algo del interior del sarcófago. Y ese día a las 13:55 horas grita con toda la espontaneidad que amerita el momento: “¡Utaa, es un tumbón de pocas tuercas, perdón, pero es que está lleno de jade, ay, ay, ay, esto es el alucine, vengan a ver todos!” Fanny se asoma: “¡Qué maravilla!” y se ríe emocionada mientras escucha a Arnoldo dirigirse al personaje de adentro: “Gracias, gracias”.

En el campamento ya nadie habla de otra cosa y hasta el pueblo ha corrido la noticia del hallazgo. Todo se prepara para, por fin, abrir el sarcófago. Después de la comida todos se dirigen al Templo XIII del que ya nadie saldrá hasta las nueve de la mañana del día siguiente.
La tarde parecía eterna. Hasta que llegó la noche con sus luciérnagas, sus monos saraguatos y sus interminables ruidos animales.

viernes, 24 de julio de 2009

PARA ENTRAR... HAY QUE PEDIR PERMISO




Arriba: Máscara de malaquita que cubría el rostro de la llamada Reina Roja.
Abajo: Los restos del personaje tal como los encontraron más de mil años después de su entierro.

También en la Arqueología hay lugar para casos insólitos cuya explicación está más bien relacionada con el esoterismo, el misticismo y hasta la charlatanería. Media hora antes de la operación una “vidente” de nacionalidad francesa que se encontraba en el sitio, mandó llamar a Arnoldo y a Fanny. Les explicó que en su país es frecuentemente solicitada para localizar niños perdidos. Había subido con un péndulo a la parte superior del Templo XIII y según les advirtió, la energía fue tan intensa que soltó el aparato. Les describió el edificio sin conocerlo y les adelantó que encontrarían dos tumbas, pero que pidieran permiso antes de entrar.
Creyendo o no en aquellas cosas, Fanny y Arnoldo rememoran que “por si las dudas”, en silencio, pidieron permiso, pues era factible la existencia de una tumba. Le pidieron a quien estuviera ahí que los comprendiera, que sólo hacían su trabajo. Y procedieron. Jorge, un excavador asistente de Fanny, hizo la cala y al penetrar su cincel el muro, escucharon una exclamación. Una ráfaga a presión de aire helado le había golpeado la cara. ¡El espacio estaba hueco! Corrieron por una lámpara para mirar por el orificio de diez centímetros. Fanny no alcanzaba, Arnoldo subió a una cubeta y gritó: “¡una tumba!”. Fanny por fin pudo ver: ¡un sarcófago!
Aquello, era extraordinario porque se pensaba que sólo el rey Pakal tenía una tumba así en toda el área maya mesoamericana. ¡Habían encontrado otra! Fanny no pudo contenerse y lloró emocionada. Arnoldo llamaba por radio a todos los compañeros del campamento del INAH que trabajaban en la zona desde 1992, así como a trabajadores y peones del proyecto.
Llegaron otros compañeros arqueólogos y bautizaron a Fanny con agua helada, mientras Arnoldo reportaba el hallazgo a la dirección general del INAH en la ciudad de México.
Sobre la lápida había un incensario y un malacate de hueso, elemento frecuente en entierros femeninos mayas, por lo que vino una primera hipótesis: ¿es Zac-Kuk, madre de Pakal? Pero cuando vieron que en realidad los edificios no se comunican y que la cerámica en ofrendas dentro de la cripta parece ser tardía, lo dudaron. Los datos, en cuanto a fechas, son contradictorios.
Los trabajos al interior de la cámara comenzaron inmediatamente. En ambos lados del sarcófago se encuentran restos óseos. En una primera interpretación, el antropólogo físico Fernando Dudet plantea que se trata de un adolescente por un lado y de una mujer por el otro; las dentaduras con incrustaciones de jade sugieren su pertenencia a la nobleza. Mientras tanto, Fanny y Lourdes Rico, la restauradora, recogen los materiales arqueológicos que encuentran sobre la lápida: tierra, fósiles de caracol, estalactitas, tepalcates, carbón, hueso... En un nicho instalado en uno de los muros yacen tres figurillas en forma de silbato. Todo irá a un laboratorio del INAH en la ciudad de México, para su fechamiento.
Por primera vez en México un hallazgo de esta naturaleza es documentado en su totalidad gracias al trabajo en video de Epigmenio Ibarra y su equipo quienes incansables se instalaron dentro de la cripta día y noche. Epigmenio venía de las zonas bajo control del EZLN, donde, “en algún lugar de la Selva Lacandona”, había grabado una entrevista con el Subcomandante Marcos.

¿UNA NUEVA TUMBA?


Contiguo a la pirámide del Templo de las Inscripciones,
en el edificio conocido como XIII,se encontró a un nuevo personaje: La Reina Roja

(Foto de JCRangel).

El lunes 9 de mayo de 1994, cuarenta y dos años después de que Ruz Lhuillier penetrara en el cámara funeraria de Pakal, Arnoldo González y Fanny López dieron inicio a los trabajos para quitar la vegetación y el escombro que cubría el frente del Templo XIII, labor que concluyó dos semanas después. Arnoldo había instruido al jefe de la cuadrilla de peones para que éstos trabajaran atentos, pues en cualquier momento podría “saltar”, como dicen los arqueólogos, alguna pieza importante. Se liberó lo que de algún modo habían intuido: bajo el dintel estaba una entrada clausurada con un muro de cal y piedras fuertemente amarradas.

El 23 de ese mes se derribó el muro. Cuentan Arnoldo y Fanny que al traspasar el umbral tuvieron esa extraña sensación de haber entrado a un espacio cerrado desde hacía más de mil años, pero sorprendentemente bien conservado. Se toparon con un pasillo angosto, transversal, y tres puertas de frente, las de los lados con el acceso libre a las habitaciones pero la central estaba sellada. Un nuevo dintel les indicó la existencia de un cuarto pero ¿por qué estaba recubierta la entrada? ¿Qué guardaba en su interior aquel edificio que, explorado por el arqueólogo Jorge Acosta en los años setenta, parecía no revelar ya hallazgo alguno? El propio Acosta no supo entonces que estuvo a sólo seis metros de tocar la misma puerta.

Una semana después de limpiar los muros del pasillo decidieron hacer una cala de prueba para ver si aquel cuarto estaba relleno o no. Apuntalaron la cornisa del edificio y protegieron el piso. En éste encontraron, esparcidas, muestras de carbón, señal de que cuando se tapió la puerta hubo ceremonia ritual.

viernes, 1 de mayo de 2009

INFORME RUZ. CONCLUSIÓN

El descubrimiento de la Cripta Real en el Templo de las Inscripciones causó sensación en el mundo por varios motivos que Ruz deja en claro: “singular ubicación debajo de la pirámide, comunicación con el templo, notables dimensiones, solidez y perfecto acabado de la construcción, extraordinarios relieves de estuco, colosal sepulcro cubierto de relieves simbólicos y cronológicos de magnífica factura y enorme importancia, entierro de un personaje de alto rango con todas sus joyas”.(1)

Ruz agrega que “este hallazgo venía a demostrar que la pirámide americana no era forzosa y exclusivamente un basamento macizo para sostener al templo, como se consideraba hasta entonces, en oposición a la pirámide egipcia. Revelaba también una semejanza de actitud psicológica hacia la muerte, entre el faraón y el “halach-uinic”(2) palencano, y un paralelismo cultural ya que la cons­trucción de tales monumentos implicaba tanto para los egipcios como para los mayas un fantástico derroche de esfuerzos colectivos para beneficio de un ser privilegiado”. (3)

Ruz termina por concluir que tanto para los egipcios como para los mayas la construcción de obras monumentales suponía, a su vez, una estructura económica desarrollada, un cuerpo social diferenciado y jerarquizado, un poder político centralizado en una teocracia que regía en forma absoluta lo temporal y lo espiritual. Significaba también un serio adelanto en la técnica de la construcción, en las artes, particularmente la escultura, y en las ciencias astronómicas y matemáticas.

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[1] Ruz Lhuillier, Alberto, La civilización de los antiguos mayas, p. 92.
[2] Ver glosario.
[3] Ruz Lhuillier, Alberto, op. cit., p. 92.

INFORME RUZ. Cuarta parte: Un Rey Maya llega del pasado

“A pocos centí­metros —evoca Ruz— brotó a mi vista una calavera humana cubierta de piezas de jade”. La tapa del monolito tenía unos orificios que permitieron hacer pasar unas cuerdas para retirar la losa en una maniobra parecida a la que realiza­ron los sacerdotes para colocarla.

En el lecho apareció, rodeado de un vivo color bermellón, un distinguido soberano maya con su impresionante contenido. El esqueleto yacía en forma normal, con brazos y piernas extendidos, cara hacia arriba y los pies ligeramente abiertos (Fig. 31). El estado de los huesos era sumamente frágil debido a la humedad, pero ocupaban su lugar normal. Ruz llegó a determinar, con base en los estudios antropométricos de Romano y Dávalos, que se trataba de un hombre de 40 a 50 años, de alta estatura para el común de los mayas (el esqueleto mide 1.73 m), robusto y bien proporcionado, sin lesiones patológicas aparentes (Fig. 32). El estado de destrucción en que se encontró el cráneo impidió que se pudiera precisar si estuvo o no deformado artificialmente como era costumbre entre los mayas de la nobleza y el sacerdocio; por otra parte, no presentaba las mutilaciones dentarias que también eran usuales entre los señores.

Ruz señala un hecho singular que tiene que ver con una diva del cine mexicano, para afirmar que Pakal pertenecía a la clase noble, a los almenhenob, “los que tienen padres y madres”. Ruz refiere un detalle osteológico que puede esgrimirse para confirmar esta aseveración: “el individuo de alta estatura y robusta complexión tenía manos muy delgadas, delicadas, casi podríamos decir femeninas, puesto que los anillos de jade que se hallaron en las falanges de sus dedos, se ajustaban perfectamente al tamaño de las manos de una mujer de físico tan delicado como es la actriz mexicana Dolores del Río, que en una oportunidad se los probó”.(1)

Sobre el fondo rojo del ataúd, el verde brillante del jade resal­taba. Pakal había sido enterrado con todas sus joyas, un total de 978 cuentas: ¡un verdadero tesoro!; en la boca llevaba una hermosa cuenta como moneda para adquirir alimentos en el otro mundo. Sobre la frente tenía una diadema hecha con pequeños discos de la que probablemente colgaba una plaquita tallada en forma del dios murcié­lago; pequeños tubos servían para dividir la cabellera en mechones separados. En ambos lados de la cabeza yacían orejeras compuestas de varias piezas.

Al momento de ser enterrado Pakal le fue colocada una máscara formada por un mosaico de jade de más de 200 piezas (Fig. 33). Afirma Ruz que es probable que durante el entierro, la máscara se deshiciera por frágil, ya que los fragmentos estaban adheridos a una ligera capa de estuco aplicada sobre la cara. Se encontraron algunos fragmentos pegados a la cara y el resto casi todo formado al lado izquierdo de la cabeza. Con las fotografías y los dibujos que se hicieron durante la exploración, se pudo reconstruir la máscara que debe reproducir más o menos fielmente los rasgos del personaje. Hoy día esta maravillosa pieza está en la Sala Maya del Museo Nacional de Antropología e Historia (Fig. 34). Los huesos largos de Pakal no han sido movidos de su lugar.
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(1) Ibid., p. 218.

Las Dinastías de Palenque

Glifos mayas del Museo de Sitio de Palenque (Foto: JCRangel)


Dos décadas después de estos descubrimientos, en 1973, Linda Schele y Peter Mathews, artistas e historiadores del arte, pudieron anunciar en una conferencia efectuada en Palenque, que habían descifrado la historia dinástica de todos los gobernantes de Palenque, desde el año 431 d. de C. Ese historial ha sido refinado posteriormente por ellos y por Floyd Lounsbury, Merle Green Robertson y David Kelley —todos ellos continuadores de la escuela iniciada por Berlin y Proskouriakoff. Gracias a sus trabajos ahora podemos colocar a figuras tan importantes como Pakal y como Chan Bahlum, en relación con el estupendo arte y arquitectura creado para ellos. Palenque, lo mismo que Yaxchilán, entraba ya en el reino de la historia.

De acuerdo con la “lectura” que hacen Linda Schele y Peter Mathews, los glifos refieren la ascensión de un rey mitológico, Kin Chan, en 697 a. C. También indican que Bahlum-Kuk fue el primer gobernante de Palenque y fue coronado en el 431 d.C. Seis reyes le siguieron y también quien fue la primera reina, Kanal Ikal, quien asumió el poder en el 583. El rey Ac-Kan la sucedió en el 605 y fue seguido por la reina Zac-Kuk, madre de Pakal, en el año 612.

En cuanto a Pakal, Linda señala que los glifos indican que nació el 26 de marzo del año 603 de nuestra era; asumió el trono el 29 de julio de 615 y el 31 de agosto de 683, se registra su fallecimiento. Siguiendo esta cronología resulta que Pakal subió al trono a la edad de 12 años y según la fecha de su fallecimiento, fue un hombre longevo que llegó a los ochenta de edad y gobernó a los palencanos durante largos 68 años.

Sin embargo, estas fechas han sido objetadas por los estudios antropológicos que hicieron in situ los especialistas Arturo Romano y Eusebio Dávalos sobre los restos de Pakal, luego de que Ruz abriera el sarcófago en 1952. Sus conclusiones, en abierta contradicción a las fechas inscritas en los glifos, dieron por resultado que se trataba de “un individuo adulto, de aproximadamente cuarenta a cincuenta años, de sexo masculino, yacente en decúbito dorsal, con los brazos extendidos a lo largo del cuerpo...” (1)
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(1) Eusebio Dávalos hurtado y Arturo Romano Pacheco, “Estudio preliminar de los restos osteológicos encontrados en la tumba del Templo de las Inscripciones, Palenque”, en Ruz Lhuillier, Alberto, El Templo de las Inscripciones, Palenque, Apéndice, p. 253.

LOS GLIFOS: expresión del pensamiento maya


Fecha del calendario gregoriano en la numeración maya

Tras una larga historia en el intento por descifrar las inscripciones mayas iniciada por el primer obispo de Mérida, Fray Diego de Landa, en su Relación de las cosas de Yucatán, el epigrafista Heinrich Berlin dio a conocer en 1958, pruebas de que había una clase especial de signo, al que llamó “Glifo Emblema”, conectado con determinados lugares arqueológicos. Los Glifos Emblema correspondientes a varios centros del Período Clásico —como Tikal, Piedras Negras, Copán, Quiriguá, Yaxchilán y Palenque— han sido identificados ya con toda seguridad (Fig. 30). Berlin sugirió que esos emblemas eran los nombres de las “ciudades” mismas, o de las dinastías que gobernaban allí, y propuso que en las estelas y otros monumentos de esos lugares quizá estuviese relatada su respectiva historia.

Esta extraordinaria hipótesis de Berlin abrió el camino para que, años después, Tatiana Proskouriakoff hiciera trabajos importantes en las ruinas de Piedras Negras, en la cuenca del Usumacinta, al identificar el glifo parecido a la cabeza de un animal con dolor de muelas, que registra el ascenso al poder de un hombre joven; otro glifo, el de “la rana al revés”, era la fecha de nacimiento para la misma persona. Berlin, por su parte, tenía ya descifrados los glifos para entronización, muerte, captura y matrimonio. Ambos, fundadores de la escuela estadounidense de epigrafía maya, fueron perfeccionando sus investigaciones hasta que pudieron “leer” inscripciones completas.

INFORME RUZ. TERCERA PARTE


Lápida monumental colocada horizontalmente
sobre el "sarcófago" de Pakal que mide 3.80 x 2.20 m y que está esculpida
en sus lados (30 cm de espesor) y en su cara superior.

“Al entrar en la cripta —recuerda Ruz Lhuillier— encontramos en el suelo, debajo de un colosal monumento, varias vasijas de barro depositadas como ofrenda y dos hermosas cabezas de estuco que proceden probablemente de esculturas completas que adornaban algún templo (Fig. 23). El haber sido arrancadas de los cuerpos y dejadas como ofrenda en la cripta significa quizá la simulación de un sacrificio humano por decapitación que parece haber existido entre los mayas en asociación con el culto agrícola del maíz”. (1)

Estas cabezas que Ruz encontró se cuentan entre las mejores obras en estuco que debemos a los artistas palencanos. Están ejecu­tadas con fiel realismo, perfección técnica y delicada sensibilidad. “Es obvio —comenta— que el artista no sólo pensó en reproducir lo más exactamente posible los rasgos de un sacerdote determinado, sino que quiso expresar también la austeridad, la fuerza interior, el espíritu de la casta sacerdotal. Con el trazo seguro y fluido de los contornos se lograron los retratos de esos mancebos, símbolos artísticos de dimensiones universales”. (2)

Lo más sorprendente de la cripta es indudablemente el enorme monumento que ocupa la mayor parte de su espacio. Es una lápida monumental colocada horizontalmente que mide 3.80 m por 2.20 m y que está esculpida en sus lados (30 cm de espesor) y en su cara superior (Fig. 26). La lápida estaba posada sobre un bloque monolítico de siete metros cúbicos, cuyos lados también están esculpidos. Finalmente, el conjunto está sostenido por seis gruesos soportes de piedra, cuatro de los cuales tienen inscripciones. El peso aproximado de este monumento es de unas 20 toneladas (fig. 17 b).

Nuestra primera impresión —dice Ruz— fue que podía tratarse de un altar ceremonial, conservado en ese lugar secreto, lejos de la mirada del público, por alguna razón del culto...
Al expresar esta reserva, tenía en cuenta que para ser un altar era preciso que el monolito que sos­tenía a la lápida fuese macizo y que su función fuese la de un simple basamento; pero existía la posibi­lidad de que estuviese hueco, en cuyo caso el monumento no sería un altar. Levantar la lápida, que pesa como unas cinco toneladas y que por sus magníficos bajorrelieves constituye una de las obras maestras del arte maya, ofrecía ciertas dificultades y peligros. La principal dificultad era la del espacio para el uso de maquinaria y la imposibilidad de llevar tal maquinaria hasta la cripta; el mayor peligro era dañar la lápida. Quise entonces cerciorarme primero, sin alzar la lápida, de si el bloque era o no macizo. Para eso hice taladrar el bloque en sitios no esculpidos, horizontalmente y en dirección al centro de la piedra. El primer sondeo no dio resultado porque el trabajador fue inclinando imperceptiblemente su taladro, y llegó hasta el centro sin encontrar más que la piedra. En otro sondeo, la barreta llegó a un hueco, y un alambre que introdujimos por el agujero, mostraba, al ser retirado, huellas de pintura roja adherida. (3)

Después del instante en que Ruz descubrió la cripta, éste en que comprobó que el supuesto basamento del hipotético altar tenía una cavidad, fue otro instante de enorme emoción y alegría para él y sus colaboradores. Podría tratarse de una gigan­tesca caja de ofrenda, pero el tamaño y la forma del monumento, así como la presencia de pintura roja, anunciaban otra cosa.

El polvo color rojo con el que los antiguos cubrían a sus muertos, derivado que se extrae del cinabrio,(4) está asociado en la cosmogonía maya con el Este. Aparece casi siempre en las tumbas, sobre los muros, en los objetos de la ofrenda funeraria o sobre los restos humanos. Para los mayas el Este es la región en donde cada día vuelve a nacer el sol después de su muerte diaria en el Oeste; el Este es en consecuencia lugar de resurrección, y el rojo que lo simboliza ponía en las tumbas un presagio de inmortalidad.

Ruz resolvió levantar la gran losa labrada. Por medio de gatos de camión colocados debajo de las esquinas de la lápida, sobre troncos de árbol, se inició el levantamiento. La introducción de los troncos en la cripta, su debida colocación y la delicada maniobra de alzar la lápida duraron 24 horas consecutivas: de las seis de la mañana del 27 de noviembre de 1952 hasta la misma hora del día 28 (Fig. 27).

En cuanto la lápida empezó a ascender, Ruz pudo apreciar que había debajo una extraña cavidad. Ésta era de forma oblonga y curvilínea, con salientes circulares laterales en uno de sus extremos, recordando la figura de un pez (Fig. 28). Una losa muy pulida la sellaba, exactamente adaptada a su forma; dicha losa tenía cuatro perforaciones que cerraban tapones de piedra. “Desde que hubo suficiente espacio —cuenta— me deslicé debajo de la lápida, levanté uno de los tapones, proyectando por otro la luz de una linterna eléctrica. A pocos centí­metros brotó a mi vista una calavera humana cubierta de piezas de jade”... (Fig. 29).
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(1) Ruz Lhuillier, Alberto, “Palenque y su tumba real”, La civilización de los antiguos mayas, p. 86-87.
(2) op. cit., p. 87.
(3) Loc. cit.
(4) Ver glosario.

sábado, 28 de marzo de 2009

UNA CHARLA EN BONAMPAK


La magia de Bonampak: Pinturas de más de mil años

La constante movilidad de mi trabajo me impidió estar lo suficientemente cerca que hubiera querido, de las exploraciones de Arnoldo. En los primeros días de mayo de 1994, tuve la oportunidad de que el propio Arnoldo me enviara a Bonampak. La doctora Beatriz de la Fuente, distinguida mayista, ex directora del Instituto de Investigaciones Estéticas y del Centro de Estudios Mayas de la UNAM, estaría acompañando a un grupo de arqueólogos norteamericanos de la Institución Carnegie, para la grabación de un documental sobre los bellísimos murales mayas. Yo aprovecharía este encuentro para charlar con ella sobre el arte palencano, una de sus pasiones como Historiadora del Arte.

El Capitán Figueroa voló desde Palenque sobre la verde alfombra de la selva hasta encontrar el imponente Río Usumacinta. Remontamos su cause, río arriba, hasta las ruinas de Yaxchilán. Aquí doblamos a la derecha y kilómetros adelante, en el valle del río Lacanhá, apareció una pequeña pista aérea y el avioncito tripulado por el capitán aterrizó dando tumbos. Al inicio de la pista está el campamento de la escolta de marinos que venidos desde Tenosique, Tabasco, auxilia a los trabajadores del INAH en la custodia de los edificios y los murales de Bonampak. Por una estrecha vereda abierta en la tupida vegetación, se llega a las ruinas.

Hace poco más de medio siglo que un lacandón guió al fotógrafo y cineasta norteamericano, Giles Grevilly Healy, a las ruinas de una ciudad maya aún oculta en la selva y le permitió la entrada a un templo oscuro donde, para su asombro, pudo ver las pinturas. La noticia de los magníficos murales no tardó en dar la vuelta al mundo; a través de las primicias del Illustrated London News y de la revista Life, se anunció la existencia de lo que en adelante se conocería con el nombre de Bonampak, “muros pintados”, bautizada así por el arqueólogo Sylvanus Morley.

El día de mi llegada a Bonampak –el 2 de mayo de 1994– la doctora De la Fuente y el equipo de arqueólogos y técnicos realizaban las últimas filmaciones. Era la primera vez que por medio de imágenes computarizadas se estudiarían los murales. Habían trabajado durante cinco días con equipos de iluminación especial para no dañar las pinturas. Por ello tuve que esperar otro día más para la entrevista, lo que me dio la oportunidad de disfrutar los murales con tan selecto grupo. Al día siguiente, después de tomar un café en el campamento nos dirigimos hacia el edificio de los murales. Una densa niebla envolvía los edificios y producía un efecto misterioso. Escuchando el rugido de los monos saraguatos, empezamos nuestra conversación:

Doctora De la Fuente, usted deja ver en sus libros una especial predilección por el arte de Palenque. ¿Por qué de Palenque?

Bueno, mire, entre las ciudades arqueológicas del México antiguo, Palenque tiene un lugar de primacía. En ella se conjugan, en un todo estético, la exuberante belleza tropical y la creación humana. Los perfiles de los edificios, en otro tiempo vitalizados con espléndidos relieves, destacan y armonizan con el marco natural que los rodea. Esto es algo que impresiona desde la primera visita. Además, la historia del arte de Palenque, valorada en el contexto en que se produjo, resulta sumamente iluminadora respecto a los temas, las formas plásticas y los ideales estéticos que prevalecían entre los mayas clásicos.

Uno de sus textos aborda ampliamente una de las artes que mayor prestigio ha dado a los artistas palencanos: la escultura. ¿Qué es lo que distingue a la escultura palencana?

La escultura de Palenque, es lógico, se nutre de una raíz común a la escultura maya pero destaca por el modo original de manejar la figura humana. Palenque se distingue por ser el centro de una escuela naturalista en la escultura maya del Período Clásico. Dos fueron las variantes escultóricas preferidas por los artistas palencanos, el relieve que va adosado en alguna forma a los edificios, y la escultura propiamente dicha.

Doctora, ¿qué le parece si nos habla primero de los relieves, que son seguramente la expresión más genuina de la escultura palencana?

Muy bien. Es cierto, en Palenque hay una marcada preferencia por la escultura en relieve. Las estelas, tan representativas en la escultura maya, no existen en Palenque. En relieve tenemos paneles, lápidas y tableros. En los exteriores, el relieve se proyecta hacia afuera desprendiéndose libremente, en mayor o menor grado, del fondo que lo sustenta. En las tallas directas, lápidas o tableros, el relieve es mucho más plano, se logra al quitar material; son verdaderos bajorrelieves. En cualquier caso, por medio del relieve, el artista palencano dominó igualmente el rígido material pétreo que el dúctil medio del estuco.

Yo sé que es muy difícil referirse a la temática abordada por los artistas palencanos, desde la perspectiva de nuestra cultura. Sin embargo, ¿cuál sería el tema tratado por los escultores en los relieves?

En líneas generales, podemos decir que el tema central de los relieves es la representación naturalista de la figura humana, figura basada en un sistema armónico de proporciones. La mayoría mantiene una relación promedio de siete y media cabezas por cuerpo. ¡Imagínese, el mismo módulo usado en el arte griego! No en vano hablamos también de un arte clásico de Palenque, en que el hombre mismo es el centro de toda representación. Un buen ejemplo de esto son los estucos de los pilares del Templo de las Inscripciones (Fig. 19 a y b) y las figuras en los muros de la Cripta Funeraria.

La gran mayoría de las opiniones sobre los relieves palencanos coinciden en señalar que los tableros de los templos de la Cruz, de la Cruz Foliada y del Sol, son las expresiones artísticas más acabadas de la escultura maya. ¿Usted qué piensa acerca de ello?

Hay que explicar primero que los tableros consisten en tres lápidas unidas entre sí. El estilo semejante y la calidad de la factura nos permiten suponer que fueron obras de un solo artista o, al menos, del mismo taller escultórico. En los tres casos tenemos el relieve muy plano, la composición marcada por un eje central y una línea clara y precisa que define el motivo limitándolo.

Hagamos un esfuerzo de interpretación: hay un tema central, la cruz o el mascarón solar, que recibe ofrendas de dos individuos, uno pequeño con vestuario exagerado y el otro, alto y fornido, cubierto sólo con un maxtli.(1) Para entender su significado hay que dividir la composición en tres secciones horizontales ascendentes:

· La inferior es el interior de la tierra representado por mascarones descarnados en el caso de las Cruces (Fig. 21) y una franja de signos Cabán, que quiere decir tierra, en el Sol.
· Un segundo nivel lleva motivos simbólicos de Vida, en las Cruces es la planta del maíz que con sus formas vegetales representa al concepto de vida orgánica. En el tablero del Sol (Fig. 22), es la deidad solar, fuente de vida y energía, la que ocupa el centro mismo de la composición. En los tres tableros, esos curiosos personajes, el gigante y el pequeño, ofrendan elementos de agua al principio de la Vida.
· La sección superior señala, con el pájaro sagrado de los mayas, el quetzal, el ámbito celeste.

Estas estilizadas figuras, llenas de simbolismos, que son representación de ideas muy elaboradas, deben tener algún significado. ¿Qué interpretación hace usted de ello?

La estructura y el significado de los tres tableros son semejantes; es una alabanza, una oración a la esencia de la Vida, además de que con ellos se inicia una sutil transformación en la manera y en los objetos representados. Las figuras personifican ya a personajes nombrados, es decir, históricos; la flora y la fauna, con un toque de fantasía, se incorporan en este nuevo escenario de dimensión un tanto más humana y natural.

Doctora, es inevitable que le pregunte sobre una de las obras maestras del mundo antiguo: la lápida del sarcófago de Pakal. Es una escultura que por sus dimensiones y por el complejo simbolismo que encierra, la hace una obra sin igual. ¿Usted que nos dice?

En esta maravillosa escultura el suave relieve da forma concreta al concepto dinámico de la existencia. Un joven personaje, esencia de la Vida, se encuentra semirrecostado sobre un gran mascarón descarnado que es la tierra o la muerte. Por encima del hombro un motivo cruciforme, el maíz estilizado, otra dimensión de la Vida, sirve de apoyo al quetzal del cielo. Una faja con signos astronómicos enmarca la escena, indicando la relación existencial del hombre con el acaecer cósmico. Es, en suma, una fastuosa alegoría del proceso continuo de la vida y la muerte.

Finalmente, no puedo evitar preguntarle sobre las cabezas-ofrendas encontradas bajo el sarcófago de Pakal. Son, posiblemente, el ideal estético del hombre o de sí mismos, que tenían los artistas palencanos. La factura y el aliento transmitido por el artista, las hacen muy admiradas en la actualidad y modelo de la belleza indígena.

Mire: las fracturas que presentan estas dos cabezas en la base del cuello hacen suponer que fueron arrancadas de sus cuerpos y depositadas como ofrendas, bajo la mole del sarcófago. Si observamos sus caras con detalle podemos ver que representan a dos adolescentes de facciones delicadas, en los que el carácter personal está bien definido, individualizado. En estas dos obras salidas de la mano de un artista palencano, se resume el ideal de belleza que tenían los mayas de sí mismos. Los escultores palencanos crearon toda una extensa galería de retratos de los personajes notables.

Tuvimos que terminar nuestra plática pues uno de sus ayudantes llegó a buscarla. Tenía que prepararse para el viaje de regreso a la ciudad. Después de desayunar y empacar sus pertenencias, la doctora De la Fuente y el equipo de arqueólogos de la Carnegie volarían a Villahermosa, y de ahí a la ciudad de México. Yo regresaba con el capitán Figueroa a Palenque.
La niebla se iba levantado lentamente dejando el ambiente lleno de fragancias y de humedad selvática. Antes de regresar al campamento, eché una ultima mirada a los hermosos murales de más de mil años.

1) Ver glosario.

INFORME RUZ. SEGUNDA PARTE


En la foto superior podemos ver la lápida que era el último obstáculo para entrar a la tumba de Pacal, justo en el núcleo de la pirámide del Templo de las Inscripciones. Abajo está una obra maestra que sigue siendo objeto de estudios e interpretaciones. Mide más de cuatro metros de largo por poco más de dos de ancho y treinta centrimetros de espesor. Por ello se sabe que antes de construirse la pirámide se edificó el sepulcro de Pacal. (Fotos de JCRangel)

Aquél 15 de junio de 1952, tres años después de haber dado inicio los trabajos, Ruz Lhuillier y su equipo se concentraron desde muy temprana hora en el entrañas de la pirámide. Las extenuantes jornadas para vaciar la escalera habían quedado atrás. Faltaba, sin embargo, sortear el último obstáculo hacia el secreto que aún guardaba el Templo de las Inscripciones: una gran losa, sellada más de mil años atrás, que cerraba una entrada.

Ruz observó detenidamente que la losa triangular dejaba en su esquina inferior izquierda un pequeño espacio, también triangular, en vista de que su base quedó más pequeña que la abertura para la cual se hizo. Este pequeño espacio estaba relleno con piedras y cal (Fig. 12). Dio instrucciones al jefe de la cuadrilla para que intentara penetrarlo con una barreta. La barreta se hundió, y un aire frío salió hacia el exterior. Los arqueólogos, que habían contenido la respiración, exhalaron profundamente al ver el resultado. Ruz también había observado que la lápida tenía dos muescas a los lados, que permitieron la entrada y salida de una soga para hacerla girar. Los peones empezaron a tirar auxiliándose de barretas.

La expectación crecía. Ruz Lhuillier cuidaba hasta el último milímetro de cada movimiento. Daba órdenes de tirar con firmeza, pero con cuidado. No quería que la losa fuera a hacerse añicos por la presión ejercida sobre ella. La luz de las lámparas iba introduciéndose hacia el interior conforme se despegaba la losa. Todos, arqueólogos y ayudantes, sudaban copiosamente y trataban de controlar el estado de excitación y nerviosismo en que se hallaban. Serían los primeros en traspasar hacia un espacio sagrado que había sido cerrado siglos antes por otros hombres. Los peones tiraban y la piedra iba girando, hasta que se hizo una abertura por la que pudo introducirse Alberto Ruz Lhuillier:

El instante en que pasé el umbral —escribe— fue naturalmente de una emoción indescriptible. Me encontraba en una espaciosa cripta que parecía tallada en el hielo porque sus muros estaban cubiertos de una brillante capa calcárea y numerosas estalactitas colgaban de la bóveda como cortinas, mientras que gruesas estalagmitas evocaban enormes cirios. Estas formaciones calcáreas se debían a la filtración del agua de las lluvias a través de la pirámide durante más de mil años (Fig. 17). La cripta mide cerca de nueve metros de largo por cuatro de ancho, y su bóveda se alza hasta cerca de siete metros de altura, reforzada por enormes vigas de piedra pulida con vetas amarillas, que parecen de madera. La cámara se construyó en forma tan perfecta que los siglos no afectaron en lo más mínimo su estabilidad, a pesar de que también sostiene el peso de la pirámide y del templo. Las piedras de los muros y de la bóveda fueron talladas y ajustadas con el mayor cuidado, por lo que ninguna se ha movido de su sitio original.(1)

La barrera del tiempo había sido derribada y otro hombre de otra época y de otra civilización, daba a conocer al mundo entero la existencia de una cripta funeraria en América, a la manera de los faraones egipcios. El reposo eterno que los palencanos desearon para su Señor Pakal, había sido interrumpido...

1) Ruz Lhuillier, Alberto, op. cit., p. 86.

EL ÚLTIMO GIGANTE DE LOS ESTUDIOS MAYAS: JOHN ERIC SIDNEY THOMPSON


J. Eric Thompson con indios lacandones en Bonampak

El nombre de este arqueólogo inglés estará por siempre ligado a los estudios científicos mayas. Es uno de los más notables mayistas del siglo XX que hizo avanzar el conocimiento y abrió nuevas vetas de estudio para los arqueólogos y estudiosos que vendrían tras él. Los trabajos de arqueología propiamente científicos sobre los mayas, dan inicio con este distinguido investigador que Su Majestad, la Reina Isabel, nombró Sir, en 1959.

Libros como Grandeza y decadencia de los mayas (FCE, 1984) serán siempre modelo de erudición, de imaginación, de destreza literaria y de disciplina, para reconstruir la actividad creadora de un pueblo cuya filosofía y conocimientos forman parte esencial de la cultura humana. Este libro, ya clásico, resume medio siglo dedicado al trabajo arqueológico. Se dice rápido, pero ha sido una tarea colosal. Un hombre que dedicó su vida para abrir nuestro espíritu contemporáneo a un pueblo de la antigüedad que dejó huella profunda de su devenir.

Sir Eric Thompson, escribe unas hermosas y sentidas palabras al dedicar su libro al pueblo de México, que no resisten la tentación de citarse:

México, con sus magníficos paisajes, sus monumentos arqueológicos y coloniales, sus diversos climas y sus distintos idiomas y gentes, ha sido para mí una esposa que jamás me causó hastío; por el contrario, siempre me ha estimulado el interés con nuevas dulzuras. Ya celebradas nuestras bodas de plata, puedo reflexionar, como cualquier marido dichoso (aunque el océano por ahora nos separa), sobre la suerte que me trajo una amante capaz de darme tanta felicidad y tranquila satisfacción. Y, por supuesto, siento su presencia en cada libro, en cada folleto y en cada fotografía mexicanos en mi biblioteca, aquí, en la lejana Inglaterra; así como en la amistad y en el cariño, tan apreciados, de mis colegas de México. ¡Tengo tantos recuerdos de tantas partes de ese país: Yucatán, Campeche, Chiapas, Oaxaca, Tabasco, Veracruz y, desde luego, la Ciudad de México!

Para agradecer estos y mil otros dones me es imposible expresar aquí, con las palabras adecuadas, mi profundo sentimiento. Y por ello, al dedicar este libro al pueblo mexicano, no alcanzó a hacer sino un leve reconocimiento de tantos beneficios.
(1)

El inicio a la vida profesional de Thompson se remonta al año de 1925. Sylvanus G. Morley, otro de los fundadores de la arqueología científica y en ese momento director de un proyecto arqueológico auspiciado por la Institución Carnegie de Washington, recibió la solicitud de un joven londinense recién graduado en antropología, en la Universidad de Cambridge, para trabajar en Chichén Iztá. La solicitud fue aceptada en 1926, y John Eric, a sus 27 años, se incorporó al equipo que, desde hacía dos años, realizaba una extensa investigación arqueológica, etnográfica y botánica.

La experiencia adquirida durante su trabajo, pero sobre todo, la amistad que trabó con Morley, fueron sucesos que lo marcaron para toda su vida. Un año después deja Chichén y bajo el patrocinio de la Carnegie, recorre Belice y visita sitios como Labaatún, que luego de sus estudios ha llegado a reconocérsele la importancia fundamental que tiene para la historia del pueblo maya. Durante otras temporadas trabajó haciendo excavaciones en sitios como San José, en Belice, en Esquipulas, Guatemala, y en Mayapán, Yucatán, por sólo mencionar algunos.

El trabajo multidisciplinario que Thompson desarrolló fue la fórmula que le permitió adquirir una erudición muy vasta. Hizo una amalgama de estudios que iban de la arqueología a la epigrafía, de la antropología a la botánica, de la etnografía a la lingüística, de la astronomía a las matemáticas. Realmente no hubo campo de conocimiento que este gigante de la arqueología moderna, no abordará en relación con la civilización y la cultura maya.

El 9 de septiembre de 1975 falleció J. Eric Thompson en Cambridge, Inglaterra, a la edad de 76 años. Quede por siempre en la memoria de los mexicanos y de los investigadores mayas que dan continuidad a su tarea.

(1) Thompson, J. Eric S., Grandeza y decadencia de los mayas, p. 9-10.

UNA ENTREVISTA FUGAZ CON GEORGE ANDREWS

El doctor George Andrews, uno de los mayores estudiosos sobre la arquitectura maya

Luego de la sabrosa cena que ofreció Jan de Vos, y de la animada charla que sostuvimos los comensales, el doctor Andrews aceptó amablemente una entrevista con condición de que le hiciera sólo cuatro preguntas sobre el tema que el domina: la arquitectura maya. Había hecho un largo viaje durante el día y estaba visiblemente cansado.

George F. Andrews, arquitecto y profesor emérito de arquitectura de la Universidad de Oregon, encabeza desde hace 35 años un programa de reconstrucción y documentación de todos los sitios de las tierras bajas mayas, que le ha permitido la compilación de un banco de datos sobre arquitectura maya, que actualmente rebasa las cinco mil cuartillas de textos. Con grabadora en marcha le hice la primera pregunta:

Doctor Andrews, para centrarnos en lo que es su profesión, me gustaría preguntarle ¿cómo define a la arquitectura?

La arquitectura, por definirla muy generalmente, se ocupa de dar un espacio formal a la actividad organizada de los hombres. El entorno natural debe organizarse de manera que corresponda a las múltiples necesidades humanas e impone dos condiciones necesarias para considerar un espacio arquitectónico: la primera es la conceptualización de ideas de orden y "lugar" adecuadas para separar las actividades humanas del ámbito natural; la segunda es la formulación de medios técnicos que permitan la expresión práctica de los conceptos de espacio postulados para crear un entorno útil y significativo.

Estas “dos condiciones necesarias” de las que usted habla, ¿se cumplen en el caso de la arquitectura maya?

Es evidente que la arquitectura maya cumple ambas condiciones. Todos los edificios mayas, así como las subestructuras, están compuestos por un número de elementos discernibles cuyo ordenamiento al parecer depende de un conjunto de normas explícitas. El modelo constructivo consta de una base, un paramento inferior, otro superior y, a veces, una crestería. Cada uno de estos componentes se articula cuidadosamente a través de unas molduras salidas —en la base, la parte media y las cornisas—, las cuales dividen la fachada en una serie de franjas horizontales (Fig. 15).

Nada es fortuito en tal composición; los detalles son planeados previamente, así como la proporción de cada elemento —sea pared, vano o moldura— y se han ajustado con cuidado para lograr un conjunto armónico. Tales son los elementos de la arquitectura "clásica", con un orden riguroso, diseñada para deleite tanto de la vista como del intelecto.

Doctor, ¿cuáles son, a su modo de ver, las características que distinguen a la arquitectura maya?

La unidad básica de la planeación maya fue el patio rectilíneo, la plaza o la terraza, que colindaban en uno o más lados con los edificios de piedra. Esta forma básica se elaboró a lo largo de un milenio y culmina con la construcción de grandes ciudades como Copán, Tikal, Palenque, Yaxchilán, Becán, Santa Rosa Xtampak, Uxmal y Chichén Itzá (Fig. 2), donde la construcción y planeación alcanzan su esplendor. En estos grandes asentamientos las estructuras y edificios de mampostería en piedra, de todos tipos, se cuentan por cientos; algunos se han reconstruido, de manera que muestren su grandeza original.

Los mayas construyeron gran cantidad de edificios: desde los muy reducidos, de un cuarto sobre plataformas bajas, hasta las estructuras muy grandes y elaboradas, de niveles múltiples, con veintenas de cuartos sobre amplias plataformas, elevadas pirámides escalonadas y pequeños templos, muchas de ellas con cresterías en las paredes frontales, traseras y centrales. Los cuartos son relativamente pequeños en todas las construcciones mayas, cubiertos de arcos y falsos arcos, que recuerdan la forma de una “V” invertida de los techos de paja, que seguramente son su antecedente más remoto.

Por último Doctor Andrews, y por motivos que usted entiende, quiero preguntarle ¿cuál es su opinión sobre la arquitectura palencana?

Es una pregunta que me llevaría tiempo responderle, pero déjeme decirle, concisamente, que Palenque es el sitio más conocido de la región noroccidental de las tierras mayas y su arquitectura es representativa de este estilo. A diferencia de otros donde resaltan la masa y la monumentalidad, éste pone énfasis en la escala humana y se distingue por su escultura, elegantemente ejecutada en estuco y piedra labrada. En Palenque los edificios son más bien pequeños, como en Yaxchilán, y se encuentran situados sobre pirámides de altura media que se apoyan sobre los contrafuertes de los cerros o aprovechan sus descansos naturales o su cumbre. Los arquitectos palencanos eran muy sabios.

En los interiores de los templos hay grandes cuartos con elevadas bóvedas, y santuarios interiores en los cuartos traseros, donde grandes tableros de piedra labrada dan cuenta de las fechas importantes asociadas a los gobernantes representados en ellos. Es también posible que las observaciones astronómicas rigieran la posición de algunos edificios.

Uno de los rasgos distintivos de Palenque son los vanos, excepcionalmente anchos, que hacen de los interiores espacios claros y ventilados; tableros entre las jambas, decorados con figuras humanas de estuco e inscripciones jeroglíficas; paramentos superiores con pronunciada pendiente, parecidos a techos de mansardas cubiertas por esculturas de estuco donde se representan personas, dioses, animales, serpientes y gran variedad de figuras antropomórficas. Otro rasgo son las cresterías de doble muro, con aperturas rectangulares, también cubiertas de esculturas labradas en hueco. Podría seguir, pero de veras estoy cansado y mañana salgo para Tikal. Allá voy a trabajar ahora.

—Doctor Andrews, le agradezco mucho la oportunidad de escuchar sus palabras siempre llenas de sabiduría.

—Ya tendremos oportunidad de una entrevista más amplia. Dígale a Arnoldo que estaré atento a su trabajo y les deseo a todos ustedes buena suerte.

El doctor Andrews y otros invitados se despidieron. Jan de Vos nos dijo que ya estaban preparadas nuestras habitaciones. Él llevaría al doctor Andrews a su hotel. Don Moisés y yo nos retiramos a descansar, pues muy temprano regresábamos a Palenque.

El Lenguaje de la Belleza

  Fotografías de Juan Carlos Rangel Cárdenas