viernes, 1 de mayo de 2009

INFORME RUZ. Cuarta parte: Un Rey Maya llega del pasado

“A pocos centí­metros —evoca Ruz— brotó a mi vista una calavera humana cubierta de piezas de jade”. La tapa del monolito tenía unos orificios que permitieron hacer pasar unas cuerdas para retirar la losa en una maniobra parecida a la que realiza­ron los sacerdotes para colocarla.

En el lecho apareció, rodeado de un vivo color bermellón, un distinguido soberano maya con su impresionante contenido. El esqueleto yacía en forma normal, con brazos y piernas extendidos, cara hacia arriba y los pies ligeramente abiertos (Fig. 31). El estado de los huesos era sumamente frágil debido a la humedad, pero ocupaban su lugar normal. Ruz llegó a determinar, con base en los estudios antropométricos de Romano y Dávalos, que se trataba de un hombre de 40 a 50 años, de alta estatura para el común de los mayas (el esqueleto mide 1.73 m), robusto y bien proporcionado, sin lesiones patológicas aparentes (Fig. 32). El estado de destrucción en que se encontró el cráneo impidió que se pudiera precisar si estuvo o no deformado artificialmente como era costumbre entre los mayas de la nobleza y el sacerdocio; por otra parte, no presentaba las mutilaciones dentarias que también eran usuales entre los señores.

Ruz señala un hecho singular que tiene que ver con una diva del cine mexicano, para afirmar que Pakal pertenecía a la clase noble, a los almenhenob, “los que tienen padres y madres”. Ruz refiere un detalle osteológico que puede esgrimirse para confirmar esta aseveración: “el individuo de alta estatura y robusta complexión tenía manos muy delgadas, delicadas, casi podríamos decir femeninas, puesto que los anillos de jade que se hallaron en las falanges de sus dedos, se ajustaban perfectamente al tamaño de las manos de una mujer de físico tan delicado como es la actriz mexicana Dolores del Río, que en una oportunidad se los probó”.(1)

Sobre el fondo rojo del ataúd, el verde brillante del jade resal­taba. Pakal había sido enterrado con todas sus joyas, un total de 978 cuentas: ¡un verdadero tesoro!; en la boca llevaba una hermosa cuenta como moneda para adquirir alimentos en el otro mundo. Sobre la frente tenía una diadema hecha con pequeños discos de la que probablemente colgaba una plaquita tallada en forma del dios murcié­lago; pequeños tubos servían para dividir la cabellera en mechones separados. En ambos lados de la cabeza yacían orejeras compuestas de varias piezas.

Al momento de ser enterrado Pakal le fue colocada una máscara formada por un mosaico de jade de más de 200 piezas (Fig. 33). Afirma Ruz que es probable que durante el entierro, la máscara se deshiciera por frágil, ya que los fragmentos estaban adheridos a una ligera capa de estuco aplicada sobre la cara. Se encontraron algunos fragmentos pegados a la cara y el resto casi todo formado al lado izquierdo de la cabeza. Con las fotografías y los dibujos que se hicieron durante la exploración, se pudo reconstruir la máscara que debe reproducir más o menos fielmente los rasgos del personaje. Hoy día esta maravillosa pieza está en la Sala Maya del Museo Nacional de Antropología e Historia (Fig. 34). Los huesos largos de Pakal no han sido movidos de su lugar.
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(1) Ibid., p. 218.

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El Lenguaje de la Belleza

  Fotografías de Juan Carlos Rangel Cárdenas