jueves, 5 de noviembre de 2009

¡ÁNIMO! ¡ÁNIMO!

Por fin, después de 16 horas, el bastidor sostenido por gatos hidráulicos, como lo hiciera Ruz Lhuillier, se levanta a las 3:30 de la madrugada unos cuantos centímetros. Y el taller de carpintería instalado a los pies del templo funciona a todo vapor. Polines, tubos de metal, tablas calzadoras entran y salen de la cámara siguiendo las instrucciones de Arnoldo González Cruz. Afuera, Chaac, el dios maya de la lluvia, se hace presente como queriendo participar de la ceremonia, igual que lo hizo aquel 11 de abril cuando se descubrió la tumba. Adentro, después de un gran silencio de expectación, esa losa de piedra de 2.45 por 1.18 metros se levanta para que todos vean a quién reposa desde hace aproximadamente mil 300 años.

En cadena, como en una sala de cirugía pasan los instrumentos de mano en mano, las de Saúl Said, coordinador del campamento, son útiles todo el tiempo. Víctor Cruz, fotógrafo del inah, queda atrapado dentro de la cripta y participa del rescate. Y de pronto todos los que están dentro de la cámara funeraria sienten, mientras sube la lápida, cómo sale el fuerte olor a cinabrio del sarcófago. Una brisa del pasado invade la cámara y todos se ponen la mascarilla. Hay nerviosismo, momentos de tensión. ¡Ánimo, ánimo!, dicen todos los de afuera, en su mayoría integrantes del joven campamento arqueológico, donde el promedio de edad oscila entre los 25 y los 35 años.

A las 6:10 de la madrugada, Epigmenio Ibarra y Phillipe, su colega, logran introducir la lente de sus cámaras entre el sarcófago y la lápida que ya se ha levantado cerca de 20 centímetros.
El ánimo se eleva al cielo porque a través de un monitor ya es posible ver un espectáculo sin nombre: el rostro del personaje. Porta una diadema formada por cuentas de jade y restos de una máscara que, afirman los arqueólogos, es similar a la que se encontró con Pakal. No se sabe aún si la dentadura, mutilada, contiene incrustaciones de jade y pirita como presentaron las de los restos adjuntos al sarcófago.

Luego vuelve el suspenso. ¡Uno! indica Alberto López, “El güero”, a sus compañeros para que manipulen los gatos y se eleve la lápida. ¡Uno! Y los segundos transcurren como horas. El silencio lo rompe Carlos Urriza, siempre antisolemne para cantar: “vengo de un mundo raro y misterioso...” Hace poco descubrió en el Templo XVII un gran tablero con inscripciones de suma importancia. Ahora participa en otro hallazgo. La selva de Palenque se mantiene en suspenso.
A las 7:40 horas se colocan los polines y todos saben que el momento se acerca. Fanny mira a punto del llanto el proceso a través del boquete rodeado de piedra que divide a la cámara del pasillo donde todos los presentes aguardan. Algunos cabecean, pero nadie abandona el templo.
Por fin a las 8 de la mañana ya los cilindros han sido colocados y se da el primer deslizamiento de la gran lápida que a diferencia de la de Pakal no está labrada. Ahí va. Ahí va, se desliza la tapa poco a poco. Más despacio por favor, pide Arnoldo sudando. Ahora se ven perfectamente los huesos de pies y piernas. Diez minutos más tarde en medio de un gran silencio y cuando ya nadie tiene sueño se oye: ¡Listos! y aquella lápida se desplaza hasta el fondo para que todos podamos ver, sin dar crédito a la escena, el esqueleto completo del antiguo o antigua gobernante maya con toda su majestuosidad.

A Fanny le llama la atención la diadema puesto que es la primera vez que va de elemento en un entierro y las piezas de concha que asemejan orejeras pero que, se diría después, forman parte de la máscara. Las cuentas circulares integrantes de las pulseras y los collares indican un fino trabajo de artesanía en jade. Y observa una concha como ofrenda a un lado del cráneo.
Un gran aplauso emotivo se impone al cansancio.

Arnoldo ya no deja de sonreír. Sale de la cámara funeraria y ofrece en entrevista sus primeras observaciones:

—Todo esto parece confirmar lo que tiempo atrás suponíamos. Un sarcófago es indicativo de clase gobernante por la riqueza y la cantidad de piezas y materiales que ofrece además de la máscara y del tipo de cripta. Podemos confirmar también que esta parte de Palenque funcionaba como una necrópolis y que si con el hallazgo del Templo XIII descartamos la idea de que la única tumba de esta naturaleza era de Pakal, pues podemos suponer que probablemente hay más. Pero es muy pronto para dar conclusiones porque hay que limpiar y analizar el material arqueológico y esperar los resultados del laboratorio. Por lo que hemos observado de manera superficial, no hay glifos que indiquen aún fechas o nombres e incluso los datos que arroja la cerámica de la cripta parece contradecir la época de la subestructura del edificio, por lo que quizá debemos revisar de nuevo las inscripciones de la tumba de Pakal”.“Tenemos trabajo para los próximos cien años”, dice, y emocionado, admite que fue más de lo que esperaban.

Un amanecer nublado cubre Palenque. Y en el aire queda la pregunta: ¿quién será?, ¿quién llega del pasado? Las respuestas vendrán después. Lo que queda hoy en todos es una emoción compartida e indescriptible después de toda una noche en diálogo con el pasado.

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El Lenguaje de la Belleza

  Fotografías de Juan Carlos Rangel Cárdenas