viernes, 24 de julio de 2009

PARA ENTRAR... HAY QUE PEDIR PERMISO




Arriba: Máscara de malaquita que cubría el rostro de la llamada Reina Roja.
Abajo: Los restos del personaje tal como los encontraron más de mil años después de su entierro.

También en la Arqueología hay lugar para casos insólitos cuya explicación está más bien relacionada con el esoterismo, el misticismo y hasta la charlatanería. Media hora antes de la operación una “vidente” de nacionalidad francesa que se encontraba en el sitio, mandó llamar a Arnoldo y a Fanny. Les explicó que en su país es frecuentemente solicitada para localizar niños perdidos. Había subido con un péndulo a la parte superior del Templo XIII y según les advirtió, la energía fue tan intensa que soltó el aparato. Les describió el edificio sin conocerlo y les adelantó que encontrarían dos tumbas, pero que pidieran permiso antes de entrar.
Creyendo o no en aquellas cosas, Fanny y Arnoldo rememoran que “por si las dudas”, en silencio, pidieron permiso, pues era factible la existencia de una tumba. Le pidieron a quien estuviera ahí que los comprendiera, que sólo hacían su trabajo. Y procedieron. Jorge, un excavador asistente de Fanny, hizo la cala y al penetrar su cincel el muro, escucharon una exclamación. Una ráfaga a presión de aire helado le había golpeado la cara. ¡El espacio estaba hueco! Corrieron por una lámpara para mirar por el orificio de diez centímetros. Fanny no alcanzaba, Arnoldo subió a una cubeta y gritó: “¡una tumba!”. Fanny por fin pudo ver: ¡un sarcófago!
Aquello, era extraordinario porque se pensaba que sólo el rey Pakal tenía una tumba así en toda el área maya mesoamericana. ¡Habían encontrado otra! Fanny no pudo contenerse y lloró emocionada. Arnoldo llamaba por radio a todos los compañeros del campamento del INAH que trabajaban en la zona desde 1992, así como a trabajadores y peones del proyecto.
Llegaron otros compañeros arqueólogos y bautizaron a Fanny con agua helada, mientras Arnoldo reportaba el hallazgo a la dirección general del INAH en la ciudad de México.
Sobre la lápida había un incensario y un malacate de hueso, elemento frecuente en entierros femeninos mayas, por lo que vino una primera hipótesis: ¿es Zac-Kuk, madre de Pakal? Pero cuando vieron que en realidad los edificios no se comunican y que la cerámica en ofrendas dentro de la cripta parece ser tardía, lo dudaron. Los datos, en cuanto a fechas, son contradictorios.
Los trabajos al interior de la cámara comenzaron inmediatamente. En ambos lados del sarcófago se encuentran restos óseos. En una primera interpretación, el antropólogo físico Fernando Dudet plantea que se trata de un adolescente por un lado y de una mujer por el otro; las dentaduras con incrustaciones de jade sugieren su pertenencia a la nobleza. Mientras tanto, Fanny y Lourdes Rico, la restauradora, recogen los materiales arqueológicos que encuentran sobre la lápida: tierra, fósiles de caracol, estalactitas, tepalcates, carbón, hueso... En un nicho instalado en uno de los muros yacen tres figurillas en forma de silbato. Todo irá a un laboratorio del INAH en la ciudad de México, para su fechamiento.
Por primera vez en México un hallazgo de esta naturaleza es documentado en su totalidad gracias al trabajo en video de Epigmenio Ibarra y su equipo quienes incansables se instalaron dentro de la cripta día y noche. Epigmenio venía de las zonas bajo control del EZLN, donde, “en algún lugar de la Selva Lacandona”, había grabado una entrevista con el Subcomandante Marcos.

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El Lenguaje de la Belleza

  Fotografías de Juan Carlos Rangel Cárdenas